17. Eduardo Morcillo

Popularmente conocido como Mr. Ed o Sr. Bigotes, es una persona genial. Nada en las redes sociales como por su calle cuando llueve. Esas cosas que tiene su vida, de estar enterado de todo e ir a cuanto evento merezca su presencia, hizo que estuviera en Buenos Aires aquella semana de finales de octubre y compartimos una cena de viernes 30 en casa. Luego compartimos mucho más con la llegada de Alé, Caro y Coca, pero ese es otro cuento.

Llegó como espero que lo hagan los demás, con su mochila y ganas de cocinar y charlar. Que Ed cocina no es novedad, le gusta, le guuuusta, pero logré sacarlo de su menú de muffins, tortas y ciabattas... no, no se llamaban así el me corrigió, no lo recuerdo. Yo tenía todos los ingredientes que pidió preparados: “Arroz 2 pocillos, Huevos 2, Cebolla de Verdeo 2 o 3, Ají verde y rojo, Ajo 2 o 3 dientes, Zanahoria 1, Pechuga de pollo 1, Salsa de soja, y si conseguís, jengibre”.

No hay dos, no hay dos...
Eduardo es un contacto omnipresente y siempre divertido de Facebook, Flickr y Twitter, ¿se me olvida alguno? Con el compartimos muchas cosas, siempre con su sentido del humor sincero, si Eduardo me dice: ¡Qué foto de cuarta!, yo me río. El es así y combina muy bien con el mío que es pretencioso.  Altera los colores de sus fotos de un modo personalísimo que yo llamé “misterdización”, el sabe que no es burla, sus fotos misteredizadas son buenísimas.

Hizo todo y casi no me dejó participar en la cocina, sabía que prefiere una cerveza a cualquier otra cosa, así que ahí estabamos los dos, Heineken mediante. Picó todo y fué poniéndolo ordenadamente en el wok ante mi asombro, no porque lo hiciera sino porque mientras tanto me contaba detalles de su vida.

Menú: Chao Fan (verduras y pollo con arroz) Heineken, buena onda y tango de postre.

Dicen que Eduardo es tímido, tanto me lo dijeron que llegué a creerlo, lo conocí en una fiesta de Flickr en la que llevaba puesta la remera que el hizo con el stencil que yo diseñé de Want-Ed. No dijo palabra aquella noche, rodeado de sus fans. Poco a poco, en sucesivos encuentros, aprendí que a Eduardo hay que preguntarle, el responde. Pero esencialmente es un buen observador, don con el cual hace maravillas con la cámara. Eduardo no es tímido y cuenta todo si se lo piden, su vida, sus secretos con la cámara, su edición de colores, detalles de cómo hacer tal o cual cosa. El sonríe y cuenta, pero como toda celebridad, espera que su público responda.


Habiendo terminado con el wok, cenando su arroz espectacular, le contaba sobre la próxima visita de Alé y Caro cuando sonó su teléfono: Una risa desconcertante, familiar, de una mujer desencajada: - Esto es lo que te espera la semana que viene, me dijo. La risa era de Caro, el mensaje de otra vieja conocida en común: Smirnova (Alejandra Parejo). Lo invitaba al “Bar de Roberto” un sucucho de tango en sus palabras. - Vamos? - Vamos.

El lugar era encantador, barcito pequeño de los de antes, los parroquianos se turnaban para cantar y alternaban copas con letras de tangos rancios. Eduardo esconde una cámara réflex en una riñonera donde no cabe la mía que es hogareña y fotografía todo, tampoco dejó pasar la ocasión del bar. Yo apenas hice una y ¡con el teléfono! El lugar y el ambiente eran ideales.

Pasadas las tres de la mañana, volamos cada uno para su casa. Y me quedó esa sensación extraña de haber conocido a Eduardo como sólo a pocos deja hacer, en casa, cocinando, contando, con amigos, contando secretos de difusores de flash y modos de cámara. Admiro de el varias cosas: su ojo, sus fotos, su humor, su forma de ver las cosas y sobre todo, esa capacidad tan de él de no involucrarse nunca en la locura de los demás, para eso tiene la suya.

16. Miqui

Ella me lo pidió. Y como de costumbre, aquí me tiene cumpliendo sus deseos. Miquicuqui,  Micuquiqui, es mi amorcito y siempre se encarga de recordarme que yo soy de ella sin eufemismos. Este domingo me dijo:
- Sos el mejor papá del mundo.
- Bueno... soy tu único papá.
- No, de todos los papás del mundo.

No le gustan las indirectas, es frontal y así como es alegre y su sonrisa es capaz de iluminar un feo departamento verde, también dice con precisión lo que siente y lo que no le gusta, lo tiene clarísimo y lo dice. Es sincera y exige lo mismo a los demás. Aún así, aunque ya es casi una señorita, para mí sigue siendo mi bebé y la llevaré aúpa mientras pueda.
Miqui es una personita encantadora, llena de energía, divertida. Siempre a los saltitos, siempre bailando. Recién a los 3 años empezó de a poco a apoyar los talones, hasta ese momento iba a los saltitos por el largo pasillo de su casa cantando. Yo le decía “mi pulguita” por esa razón. Y “bombón de pimienta” por lo dulce y llena de brío.

Hace tiempo le compraba unos fascículos de recetas para niños que además venían con elementos de cocina pequeños. Cuando empezamos con las cenas, me los trajo para que pudiera usarlos y quiso cocinar hoy una de esas recetas que, aunque era para Halloween, queríamos hacer desde hace mucho.

Pelamos las papas y las pusimos a hervir con el colorante comprado en el barrio chino (prometieron que era natural, de no sé que planta) Mientras hacíamos los huevos de codorniz muy en su estilo, en lugar de correrse para que yo fotografíe algo, se ponía delante y posando.
Hablamos de sus gustos y de su Facebook. Quise saber qué hacía con él, que cosas leía. Y resulta que es una niña, se divierte y no le interesan las cosas de los grandes ni pierde tiempo en leer lo que escriban los que ella no conoce. Prometí hacerme una mascota y una pecera para compartir con ella también esos juegos. Pronto, al ritmo del jazz, tomó el sombrero de Alé y me mostró la coreografía de All That Jazz que bailará mañana en el acto de fin de curso.

Ella es obstinada, concentrada y responsable. Como le divierte lo que hace, no necesita dejar de hacerlo para divertirse con otra cosa. Si hace gimnasia artística no quiere faltar nunca a ningún entrenamiento y se ocupa de practicar, quiere ir a los torneos aunque esté enferma. Con danza igual y, en realidad, con cada cosa que hace. No le gusta dejar ni un dibujo sin terminar y me pregunta siempre si ya terminé éste o aquel cuadro.

Menú: "Dedos de bruja" (salchichas con almendras) con puré rojo de papas y pistachos y "ojos de monstruo" (huevos de codorniz con aceituna). Golosinas chinas y Phill Collins Jazz Band de añadidura.


Quienes me conocen ya están hartos de escucharme hablar de Miqui, de mi orgullo al verla bailar, competir, actuar, divertirse. Contar sus ocurrencias, mostrar sus dibujos. Siempre nos encontramos para hacer algo, pintar, jugar, leer, inventar, reírnos, hacer el ridículo. Estamos bien juntos, nos hacemos bien, nos alegramos juntos, nos inspiramos, aprendemos. Y estoy seguro de que siempre seguiremos así como anoche: buscándonos, encontrándonos, haciendo alguna cosa rara, caminando de la mano, sonriendo por la vida.


Su canción favorita :)

15. Paola y Diego.

Conocí a estos dos personajes por separado y luego separados. Peleados, indignados. Obviamente no era su momento más feliz, pero en aquella oportunidad cada uno por su lado confió en mí. Quizá una confianza como de borracho en navidad, capaz de decirle a un desconocido las cosas que jamás dijo a nadie. Lo gracioso de aquello fue que los dos decían las mismas cosas. Cómo dos personas tan distintas pueden ponerse de acuerdo en algo es un misterio. Lo único que les dije en ese momento fue que no valía la pena insistir en estar juntos para estar mal los dos. Lo bueno es que no me hicieron caso... ¿o si?

Encontrarse en lo bueno.
Viven en las afueras de la Ciudad de Buenos Aires, aunque inicialmente iban a venir por separado respetando las exigencias de diva de la Pipi, el largo viaje de vuelta hizo que simplificáramos las cosas. Ahora me parece que fué mejor porque jamás los había visto juntos y solos a los dos. Aunque conocía a Diego no imaginaba como sería verlo aguantar los arranques de la Pipi. Fue divertidísimo ver el contraste en él, tipo tranquilo, pausado, medido, sin salir de sus casillas respondía: - No quiero, Pao. Estoy cómodo, me gusta así. y escuchar las barbaridades que le decía con media sonrisa de Gioconda.

La Pipi es un fenómeno telúrico, una clase de terremoto que no se mide con la escala Richter. No quiso ayuda para su receta. Apenas me dejó picar los pimientos, pero una vez encendido el fuego ya no quiso que la molestáramos. Si es difícil discutir con Paola, cuando la vi con el cuchillo en la mano supe que no debía insistir. Diego había traído la cámara y se ocupó de hacer un foto-reportaje con unos desenfoques envidiables y unos macros de pulso firme. (todas las fotos a excepción de su retrato son de él). Diego hizo lo que yo siempre olvido, fotografiar los platos, de paso hablamos de la evolución de Paola. Hace tiempo, cuando recién nos conocíamos, teníamos muchas discusiones, ella odiaba que yo fuese "misterioso" con el tiempo se puso a leer y empezó a reconocer que en mis textos no había misterios sino bibliografía. Luego su progreso en la fotografía: de aficionada del montón pasó de la mano de Diego a producir imágenes asombrosas. Hoy sus fotos son mejores que las mías y que las de muchos otros que tenemos esta afición fotográfica, al punto que una de estas fotos (pensé que todas eran de Diego) es de ella y sólo me di cuenta porque aparece la camisa que Diego no quiso sacarse.


Pauliten llamó al teléfono cuando estábamos en plena faena culinaria y Paola puso el celular en altavoz, así que por un rato fuimos 4. Escuchamos los reclamos acerca de los derechos de autor de la receta y los grititos con los que Pauliten se defendía.


El Menú: Fetuchini con salsa de pollo, champignones y albahaca. Fanta Light, Stella Artois y Santa Julia Merlot (cada uno con lo suyo) Helado de postre y jazz de fondo.

Diego aceptó la cerveza al principio para estar bien sobrio horas después y poder manejar de regreso. Aprovechamos para conversar en el rato que Paola estaba entretenida en la cocina. No fue mucho tiempo, ella entraba y salía para hablar con gestos mezcla de barrio y ruta. Es tan lindo escucharlos, son tan distintos, cuentan sus vidas de una manera especial. Cada uno desde su visión, desde su lugar. Lo que sí tienen igual es el corazón, esa confianza depositada en el otro, una tranquilidad de decir lo que sienten, la libertad de hablar, de responder.

Los fetuccini estaban en un punto exquisito fruto de su experiencia pero debo reconocer que entre risas es muy difícil comer. Escuchar a Diego contando las gracias de Paola o a ella despotricar con gracia de las cosas más domésticas de Diego hicieron que todo pasara rápido. Llegó el heladero que además de hacer el helado y servirlo, atiende el teléfono y hace los envíos. Un italiano simpático.

La soltura de Paola para hablar de su familia, sus amigas, la templanza de Diego para hablar de sus cosas hicieron de esta cena uno de esos momentos que pasan a toda velocidad. Cuando nos dimos cuenta eran como las 2.00 de la mañana o más. Una vez que se fueron se sintió el silencio que siempre hay en mi barrio mucho más acentuado se habían apagado las risas repentinamente pero había quedado la alegría que la Pipi y Diego saben regalar cuando están entre amigos. Tanto hablé de la gracia de estos dos que ahora redundaría si lo escribo en plural.

PS: (post scriptum, Pipi) olvidé hacerles un dibujo, pero ella se ocupó de elegir un lindo Modigliani para que se los dé en otra oportunidad. 


14. Rodrigo

No seré breve ni será para llorar, es sólo el relato de lo que todos conocemos de él. Hay pocas personas vivas a las que admiro y se lo pude decir. Quizá no le haga bien que se lo diga, pero Rodrigo es una de ellas y tengo mis motivos que luego explicaré. La razón del orgullo de padre con él es sólo esa, que él sea mi hijo. Porque su personalidad no es una extensión de la mía ni se parece casi, es toda suya y es enorme.

Nunca he visto a nadie más intenso. Lo es en todo, cuando ríe no para, cuando está triste es apocalíptico, enojado es una furia, cuando disfruta lo hace de una manera envidiable. Ahora si, cuando algo no le interesa... es inútil insistir, hay que arrastrarlo como a un cachalote varado. Siempre pongo de ejemplo para describir esa intensidad y sus capacidades contando su séptimo grado: durante todo ese año iba al Coro Nacional de Niños, como empleado del Estado Nacional tenía ensayos estrictos y obligatorios todas las tardes, para eso tenía que salir antes de su doble turno en la escuela y terminaba a las 19:30, el único día libre era el miércoles y los fines de semana tenía conciertos. A la vez hizo el ingreso al Colegio Nacional Buenos Aires (que aprobó), el más dificil de Argentina, todas las mañanas de los sábados desde las 8.00 hasta el mediodía y todos los miércoles por la tarde en clases particulares. Al mismo tiempo se anotó en el equipo de matemáticas de la escuela y ganó dos Olimpíadas de la ciudad y becas para colegios privados. Tampoco se quiso perder de su viaje de egresados ni de jugar al rugby en el club... hizo otras cosas que ya ni recuerdo, ese es Rodri.

Un solo sentimiento es más intenso que el amor a la libertad: el odio hacia el que te la quita.
El tenía la receta de Carmencita para hacer creppes, a la vez es un legado de su abuela Julita que era una experta cocinera. Ensayamos una vez y queríamos doctorarnos en panqueques voladores, no fue posible, pero nos salieron bastante bien considerando que iban a ir escondidos en mi plato favorito: Lasagnas. Nos llevó demasiado tiempo pero controlamos la situación con el reloj en bolivarianos semihusos. Luego hicimos el relleno de carne y el armó la fuente alternando jamón, queso creppes y el relleno de carne molida.

Menú: Lasagnas de creppes rellenas de carne, jamón y queso cubiertas de salsa mixta y gratinadas. Alma Mora cabernet, Fanta light y Michael Boublé.

Tengo la suerte de tener un hijo que se está haciendo hombre mientras aún puedo disfrutarlo. Ya compartimos cosas de niño y ahora empezamos a hablar de hombre a hombre. Nunca fuí su amigo, quizá no lo seré mientras sea su padre, pero abrigo la esperanza de que cuando esté más maduro lo seamos. Hablamos de nuestras cosas, las materias, los exámenes y de los hijos y padres. De aquellos que ponen como excusa a los hijos por sostener su propia infelicidad. Que echan culpas a los demás de su falta de libertad. Sobre todo de eso: No hay culpables fuera, uno debe aceptar la responsabilidad e intentar ser feliz, lo que incluye respetar al otro. Ni traicionar ni traicionarse.
Finalmente, con la paciencia que requiere mi maltrecho hornito, gratinamos el queso y nos dispusimos a poner la mesa y comer. Estarás de acuerdo conmigo Rodri, en dos palabras: EX CELENTE. Milagrosamente todo estaba en su punto, aunque debo reconocer que heredaste mi exageración, hicimos lasagnas como para 40 gallegos.

Quien conoce a Rodrigo coincidirá conmigo en que es una de las personas más sensibles con la que uno pueda cruzarse. Un día llegó a casa y me dijo, - escuché la canción mas linda del mundo. La tarareó. El canon de Pachelbel! pero sí! la busqué y la escuchó, al rato me grita desde su cuarto: - Pá, vení, escuchá... estaba tocando los acordes del ostinatto, el solito, 10 años. No es nuevo, la canción que ilustra este artículo es su primera canción, estando en la panza de su madre, cuando yo escuchaba al japonés Ryuichi Sakamoto, justo en ésta canción el pateaba, con otras no, con ésta. Ahí nació su pasión por la música, 4 meses antes de nacer. Cuando apenas hablaba decía: -Pá múcala y señalaba los discos, yo ponía cualquier cosa, Rachmaninov (Сергей Васильевич Рахманинов), el aplaudía con el mismo entusiasmo con el que cuando tenía un año festejaba de pié en su cochecito los cuadros en una exposición de Miró.

No llevó el Vangoghito porque no se le arrugue. Y al irse me quedó esa sensación de siempre, es genial, no tiene la obligación de cumplir mandatos, nadie se lo pide, pero supera lo que un padre puede pedir cuando hace lo que le gusta y es feliz. Supo hacerlo y lo sabrá en el futuro. Insoportablemente tenaz, habrá que aguantar su gusto por los chistes malos, su vocación de estrella, su histrión de actor, su melancolía adolescente que ya se le pasará.

Esa intensidad que les contaba la tiene en todo. La primera de estas cenas lo tuvo de testigo, y con mis padres igual, de hecho quiere estar en todas y quiso siempre ser el invitado del día (Miqui me reclama la suya), aquí estuvo ayer, con esa sonrisa tan suya, con esos abrazos Sanz con Ñ. Rodrigo, nos tenemos, mi casa es tu casa, mi vida es tu vida. Una vida casi normal, que no guarda secretos ni tiene nada que ocultarte, que espero compartir con vos por muchos años más, mientras me aguantes.

13. Magdalena y Marcelo.

Magdalena (Mada para mí) es pura bondad, dedicada, preocupada, se desvive por ayudar. Tiene tan buen corazón que llora tanto de tristeza como de alegría por cosas mínimas. El gen lacrimógeno Sanz en su estado puro. Es graciosa y cultora del “ma sí, yo se lo digo” con lo que consigue una franqueza muy cercana a la sinceridad para la cual hay que estar preparado. Mis recuerdos de ella son casi todos los de mi niñez feliz en aquel bosque de Marcos Paz y luego en la casa frente al tren (sí Mada, Mariano Moreno 1358, yo también me acuerdo).

Raro que Marcelo dijera que la casita se parece a mi, es exactamente lo que siento, cada vez más parecida a mí y en cuanto pueda hacerle unos retoques quedará perfecta. A Magdalena le encantó, la recorrió encontró el pequeño Matisse de "la mujer con raya verde", pero rápidamente se puso a hacer las milanesas.

Marcelo es la persona más reservada y discreta de la familia, de pocas palabras, jamás se lo escucha hablar de otras personas. Pero le tocó ser la única persona que conoció azarosamente a Alé y tuvo que ser él quien la describa y lo que ella produce en mí: "parece flotar de alegría". A la ansiedad de Magdalena por venir a las cenas y conocer mi casa, se le sumó un interrogatorio pendiente: Quién es, cómo es, qué hace, de dónde es... no evité ninguna respuesta porque me encanta hablar de eso, así que a la primera oportunidad que tuvimos, aprovechamos.

Primero empezamos con el puré, me enseñó a hervir las papas y me dejó hacerlo casi todo, menos al final donde la dejé que arreglara lo que yo había hecho. Me enseñó a hacer la mezcla para rebozar las milanesas, pero no metí mano en eso. Hacía tanto calor anoche que decidimos freirlas sólo por no encender el horno. Resignamos lo saludable por el sabor, incluso Marcelo dijo “- Magda, es así no hay vuelta, las milanesas me gustan fritas”. Suponíamos que sobraría algo pero estaban tan buenas que dimos cuenta de ellas como si nunca más se pudieran volver a hacer. Ya estamos grandes, ya no discutimos en la cena como de niños, ya no me roba lo del plato.

La verdad de la milanesa
Hablar con Magdalena es sentarse a escuchar sus historias de niñez feliz. De cómo éramos en aquellos tiempos. La cantidad de cosas peligrosas que hacíamos, de los vecinos... ella recuerda todo y a todos. Yo digo que tiene una memoria tan buena que recuerda hasta las cosas que jamás pasaron. Detalles increíbles, momentos únicos, juegos compartidos durante tardes enteras. Hizo de maestra, nos enseñaba las maravillas de la ciencia: “- chicos, los mocos son pedacitos de cerebro que se caen por la nariz, así que no se metan los dedos”. Hizo de madrastra y nos puso a construir su “Villa Jazmín” en los fondos de nuestra casa, con los ladrillos que sobraron de la obra.

Por primera vez nos pusimos a hablar de nuestra hermana Cristina pintando su verdadera personalidad, ácida e ingeniosa. Y nos reímos a gusto de las maldades que nos hacía y las cosas que sólo a ella se le ocurrían.

Menú: Milanesas con puré. Brownies de chocolate y almendras con helado de dulce de leche. Trapiche Colección Roble con Oscar Peterson.


Mada es emocionalmente abierta, si está enojada, furiosa, indignada, preocupada o lo que sea, lo va a demostrar de alguna manera. Es mi “madrastra” y si te quiere como a mí, tendrás que estar listo para sus besos y abrazos, para sus regalos, para su buena memoria.Mada, siempre fue genial ser tu hermanito menor y como te acordás de todo no hace falta que te repita demasiadas veces que yo también te quiero.



12. Hernán Tejerina

Hernán es complicado de describir y quizá sea eso lo más destacado en él. Permanentemente pensando desde su personalidad inclasificable. Con la seriedad más absoluta hace reír a carcajadas a quien lo entiende. Explicador metafórico de vocación. Amigo de la buena charla, ilustrado, locuaz, bueno escuchando y excelente entendedor. Pero yo me animo a describirlo con una sola palabra: Apasionado.

Según su método capilar de datación, no nos veíamos desde hace 15 años. Según él no nos vemos desde que yo no tenía canas y él tenía pelo. Nos conocemos desde que éramos estudiantes en la Fundación (FAECC, no pongo el nombre completo por no hacerle publicidad). El venía de la carrera de Letras, dejó los libros pero ellos jamás lo dejaron a él, siempre en nuestras charlas aparecen nuestros amigos en común, Nietzsche, Séneca o alguno de aquellos librejos que leímos de adolescentes.


Menú: Hamburguesas completas (con lechuga, tomate, queso y huevo frito) con papas al horno. Benjamín Nieto Senetiner Merlot con notas de jazz y el mejor café del mundo y Chet Baker de fondo.


Apenas recuperado de una gripe, vino a casa muy a su estilo, con la excusa de no haber entrado a internet en toda la semana no hizo caso a ninguna de las premisas de estas cenas. No me envió la lista de ingredientes, no me enseñó a cocinar nada y no sólo no cocinó sino que se quejó de que yo sacara la única foto que tengo de la cena: - ¡Sentate a comer y dejá de sacar fotos!.

Falta lo mejor
Recordamos a los viejos amigos y compañeros de aquella Fundación que compartimos y que ahora lo tiene de Director de la carrera de publicidad. Rafa, Leandro, Viktoria, Marcelo y muchos más. Recordamos aquella campaña del vino Cuvé de Trapiche, subida de tono y muy a su gusto provocador de los placeres terrenales, que a mi juicio hoy es perfectamente actual publicable.

Hay un agradecimiento que le debo a Hernán, aunque se lo dije en su momento, me gusta la idea de que lo sepan los demás: Siendo él Director Creativo de una pequeña agencia de publicidad, me llamó como Director de Arte y me contrató sin presentar curriculum alguno al dueño. Sólo mi cara como credencial de loco y lo que el habló de mi bastó para trabajar allí. Fueron años maravillosos en los que conocí a Elio, redactor de un talento brillante, el mejor escritor con la peor caligrafía que conozco (otro amigo que no se digna a venir poniendo excusas futboleras).

Con Hernán siempre hablamos mucho y jamás del mismo tema (exceptuando su pasión por el género femenino). Habla con fluidez de orador experimentado sin subirse al púlpito del sabelotodo. Cuenta sus cosas más íntimas con la soltura de una charla de ascensor. Cuenta su vida de una manera sorprendente: Ama su vida, su forma de pensar y de sentir. Melómano vicioso, cuenta de su producción musical con un orgullo propio que contagia las ganas de escuchar de qué se trata.

Es tan apasionado en sus relaciones, su música, su carrera, su familia y todo, que no atiende a protocolos, se divierte y se nota cuando está a gusto, como anoche.


11. Alé

Ya sabía lo difícil que sería escribir sobre Alé. Tres veces empecé a escribir, cuatro veces borré todo. Así somos: meses planificando para luego deshacer los planes y dejarnos llevar.
Intentaré, a pesar de la dificultad, escribir sobre ella objetivamente, esas cosas en las que estamos de acuerdo todos los que la conocemos y queremos sin que se pase de cuchi o extenso; porque aquí se contará la historia, no de una cena sino de “la” cena que esperaba tener desde que vine a vivir a esta casita.

El amor no se explica.
Ayer, cuando volvimos de almorzar con Caro, Coca, Cristian, Bruno, Ed, Nico y Flor, pasamos a buscar esta PowerBook en la que escribo. Otra excelente oportunidad, Alé conoció a Fran y July y volvimos a casa. - ¿Qué cocinamos? - Nada. Vamos a un restaurante. Así lo hicimos. Frutos del mar para dos.

Alé, estamos todos de acuerdo, es una dulzura. Pude comprobar en Venezuela, Ecuador y Argentina que siempre es igual, las personas le sonríen. No se cómo es que ocurre, se ríen de mi y le sonríen a ella. Tiene el don de iluminar todo lo que toca, todo lugar donde está. Tiene los mismos ingredientes que las tres Yánez Valarino: Inteligencia, belleza y alegría, pero en su particularísima versión. En ella todo es sutileza, desde su voz hasta su trabajo, sus ideas, su andar.

Menú: Picada del mar (langostinos a la plancha, mejillones, rabas, brótola, croquetas de pescado, cornalitos, pulpo... etc.) Los Alamos Sauvignon Blanc 2007.

Alé es capaz de hacerte sonreír a 5000 Km de distancia con un simple mensaje de una sola letra, con el recuerdo de un color o un número basta. Es capaz de construir un mundo simbólico sólo por evitar la obviedad. Diseñando brillante, enseñando flamenco a niñas llena de orgullo a quienes la hemos visto. Madre cuidadosa, trabajadora tenaz.

Es unánime, a todos nos pasa, conocerla es quererla. Sensible hasta la médula contagia las ganas de hacer. Sólo por el hecho de proponérselo y cumplirlo es capaz de acercar los continentes, de cambiar las estaciones, de viajar miles de kilómetros siguiendo su deseo. Debo decirlo lleno de orgullo para describirla de una vez y que usted, lector, entienda de una vez de lo que ella es capaz: Hoy, 11/11 es su cumpleaños y viajó desde Caracas porque decidió pasarlo aquí, en Buenos Aires conmigo. Qué más agregar para ilustrar lo que siento, de lo que es capaz cuando se lo propone.

Esta “cena de los martes” sería diferente, distinta. Lo soñamos hace dos meses y sabíamos que nada sería igual: elegimos un restaurante dedicado a cocina de mar. Bebimos un vino blanco, cosa que jamás hacemos solos, y hablamos. Hablamos, hablamos. Hablamos de lo que nunca, de lo generamos al poder contarles a todos, de toda la gente que nos quiere y apoya. Hasta de lo mal que puede caerle a algunos vernos felices, juntos, casi sin planes y aún así seguir felices, a pesar de la distancia, a pesar de todo, juntos. Que pasan los meses y no se nos nota. En la alegría nuestra y de los que nos quieren y comparten nuestra felicidad, nuestras familias, nuestros hijos, amigos en común, mucho, mucho más de lo que puedo escribir.

Sabíamos que sería raro, nosotros los somos, lo nuestro lo es. Sería diferente, siempre nos pasa. Pero hoy (por ayer) lo raro es que podamos compartirlo con amigos y con familia que con sus sonrisas entienden esto que yo no se explicar.


10. Eduardo Lío

Cuando íbamos al colegio yo decía que él era el mejor rugbier de toda la historia del fútbol. Es que Eduardo, cuando mira hacia adelante no hay quien lo frene, lo vi meter goles en los que él y la pelota entraron con el arquero y algún defensor. Pero esa voluntad y decisión son naturales el él. No mide la distancia, no se detiene a pensar en caminos alternativos, va y lo hace.

La felicidad está en el camino
No es original que lo quiera, todos los que lo conocemos lo hacemos. Siempre nos llama la atención su increíble actitud frente a las cosas, su exceso de bondad, si es que eso es posible. En toda reunión de ex-alumnos lo mencionamos y comentamos su increíble memoria para las anécdotas de estudiantes que el transforma con gracia en historias memorables. Quería que mi hijo lo conociera y por suerte se pudo quedar con nosotros.

No sabía que le gustara tanto cocinar ni que lo hiciera con esa soltura. Rápidamente se dispuso a ordenar todo, pelar calamares, cortar verdura. Tampoco sabía que mi hijo había heredado mis habilidades culinarias, pero pronto los dos llenamos el piso y toda la cocina de zanahoria intentando rallarlas.
Una vez que tomó el wok no nos dejó tocar nada. Tan pronto como encendió la hornalla, todo se perfumó: ajo, aceite de oliva, calamares, verduras, salsa de soja, merluza, camarones, mejillones... luego los fideos.

Si un día me dijeran que me quedo en la calle teniendo una familia, que además de no tener empleo ni me paguen indemnización, tengo la responsabilidad de cuidar a mis hijos y dos sobrinos, yo me angustiaría, Eduardo no. Hace unos años me contaba su situación con una sonrisa cuando su mundo se había derrumbado. Tal y como me hablaba ayer, cuando me contaba lo que se divierte con su mujer, sus hijos sus padres en los fines de semana. Que con un trabajo que para mi sería insalubre él la pasaba bien. Es chofer de colectivo con esa alegría exagerada tan suya. A cada minuto un comentario, un chiste, una broma ingeniosa.

Menú: Chao mein de verduras y frutos del mar. Malbec Bianchi D.O.C. Cheese cake y torta de chocolate. Ella & Louis como invitados de honor.

Ya me sentía en falta por sentirme el peor anfitrión del mundo (invito a los amigos y los pongo a trabajar) cuando Eduardo, además, trajo todo lo que hacia falta en su mochila: un wok por las dudas, sus palitos de cocinar y sus cucharas de madera, vino y tortas para el postre.
El es así y es genial. Le pedi que me recuerde su historia para que mi hijo la escuchara. Ese Edulio que conocí sigue siendo el mismo, sigue caminando con sus pequeños pasos firmes pero ahora está mucho más convencido de su rumbo, la vida le demostró que está en lo correcto.

Había adelantado que este espacio serviría para decir cosas que quizá no había dicho, en este caso por falta de la oportunidad como la que tuvimos ayer. Ya no hay excusas, los que conocemos a Eduardo lo queremos y algunos podemos presumir orgullosos de ser su amigo.
Así como metía los goles de chico, así me lo imagino de padre y de chofer, siempre para adelante, avanzando y con esa sonrisa que todos le devolvemos.


9. Alejandro Spinelli

Alejandro tiene una vocación y ha logrado vivir de ella. Cuando todos nos mirábamos pensando “qué seré cuando sea grande” el ya era músico. Hablar con el es tocar temas intangibles, la música, la armonía, el arte, la improvisación. Siempre un chiste rápido, cuando no está sonriendo es que está concentrado pensando alguna gracia.
Hay amigos y amigos. Con todos se hacen cosas, se comparte momentos, juegos, deportes, viajes, trabajo. Pero sólo con unos pocos puede hacerse “nada”, pasar tardes sentados mirando hacia adelante, apenas una breve charla y nada más. Esa clase de amigos era Alejandro.

Toda la vida tiene música.
Llegó como todos, no sabiendo en dónde está el timbre, es que no lo hay. Así que entró riendo de esa extraña característica de mi casa. Trajo en su mochila el vino y algunos ingredientes que no tenía para su plato oriental. Se puso a revisar que todo estuviera listo y a mano, me explicó que esa es la manera de cocinar al wok, no puede separarse del fuego y cada ingrediente debe entrar en su momento, como una orquesta sinfónica. Mientras yo tostaba almendras el preparaba pechugas y así dejamos todo listo.

Luego al fuego, primero sellar las pechugas y separarlas, luego las verduras, a cada agregado todo cambiaba de color, hasta que le puso el curry y quedó ocre. Ya olía a restaurante y no faltaba más que se cocieran los fideos y a comer.

No nos veíamos desde hacía 20 años hasta que hace unos días apareció en una reunión de ex-alumnos del colegio secundario. No hizo falta que le preguntara nada, éramos muy buenos amigos entonces y nos divertimos como de costumbre, con el mismo sentido del humor delirante. Carcajadas de 20 años. Se rió de mi reloj que está a deshoras, de su vida y recordaba mis experimentos gráficos que yo ya había olvidado.

Hablamos de su pasión musical, géneros, estilos, su dúo. Hablamos mucho de Jazz y del amigo en común Chet Baker, no hay a quien no conozca. También se sorprendió de mi memoria detallista al recordarle el cartel del auto del padre topógrafo, los juegos con su hermano de tirarse darse dardos a los pies, la dirección de su primer profesor de guitarra y otros detalles de nuestro paso por el colegio. No le conté que recuerdo los personajes que habitaban sus carpetas: Los Tu3pit, tu6pit y los chufit, criaturas bidimensionales en guerra permanente. Yo tampoco recordaba tener buena memoria.

El Menú: Curry con fideos de arroz chantaboon con verduras y pato al wok. Marcus Cabernet. Tarte Tatin Maritza y Pat Metheny de fondo.

Para el postre le enseñé mi método mágico para hacer crema Chantillí sin tocar nada, se lo agregué a la Tarte Tatin que me enseñó Maritza y seguimos charlando. Con lo que quedaba del vino.
Poco tiempo para repasar 20 años de no vernos, pero alcanzó para saber que somos los mismos, que esencialmente la gente no cambia. Ahí estaba Alejandro, el “flaco” Spinelli. Sigue con todas sus virtudes, nos seguiremos viendo, ya hay planes para reunirnos en su casa. Cómo dijo el acerca de esto, es una excusa genial para encontrarse.


8. María y Mateo

Hace tiempo, mezclando sus nombres, los llamé “Mareo”. Esa es la sensación de torbellino que produce la mezcla de sus personalidades: la inquietud y la calma. Voluntad de generar cosas o momentos bellos y la capacidad de disfrutarlos luego. Aunque atraviesan momentos “Psikorsky”, salen airosos con pura voluntad de hacer de la vida algo especial y divertido.

Reanudar es volver a hacer un lazo
Cuando dejamos de valorar lo que uno tiene ocurre lo que yo llamo “devaluación por cercanía”. Con ellos la cercanía era tal, que me hizo falta la distancia en espacio y tiempo para valorar todo lo que ellos son y significan para mi. Separar lo que quería dejar y lo que me dolía haber perdido me llevó casi un año, demasiado tiempo.

Luego de hacer las compras en el barrio chino, fui rápido a casa a empezar con las instrucciones. Me sorprendieron en la mitad del difícil proceso de cocinar el arroz de grano redondo. En minutos María se puso al frente de todo y nos puso a trabajar. Cortar cebolla de verdeo, ciboulette, setas, palta. Preparar el wasabi, y hacer bolitas de arroz para los niguiris. Mateo quiso hacer un sambayón a su estilo, pero al volver de comprar huevos y oporto, trajo también una receta nueva del almacenero Osvaldo. Mientras tanto, desenvolví el regalo que me trajeron: Un barquito de madera para sushi y unas de esas cosas para apoyar los palitos.

Diez años atrás nos conocimos como padres del jardín de nuestras hijas, de ahí en más compartimos de todo: Vacaciones en Pinamar, Punta del Este, Villa la Angostura, Tandil o Entre Ríos. Jardines de infantes, el club, colegios, ingresos, cursos, deportes, talleres, salidas, de todo. Demasiado para enumerar, los Sikorsky-Patrignani, si sobrevivimos a aquella mañana en que Mateo nos despertó a las 5 con Frank Sinatra a todo volumen y yo, medio dormido, le arruiné el mate a María... nuestra amistad está a salvo.

El menú: Niguiris de salmón, langostinos, palta, setas, queso crema, ciboulette y jengibre confitado. Champagne Norton extra brut. Sambayón a la Osvaldo y música de Tribalistas.

Ella es puro brío, determinación, detallista y perfeccionista. Él es de esos que le encuentran el lado divertido a todo, capaz de hacer un asado bajo la nieve. Entre los dos transforman problemas en oportunidades. Ella se anticipa a los problemas y él los trata como viejos amigos.
Hacía tanto que no hablábamos que nos pusimos un poco al día, mientras preparábamos todo y sacábamos fotos, subían y bajaban conociendo la casa. Ya más tranquilos y en la mesa, aproveché que son arquitectos para pedirles consejo. Ya resolvieron como será mi living comedor, la nueva circulación de la escalera, cómo aprovechar el patio y mucho más. Además me contaron sus comienzos como arquitectos independientes  dándome consejos para mis próximos emprendimientos y filosofando acerca del dificil negocio de cobrar las ideas.

Bautizaron a mi Kandinskito como "Nachinsky" lo había elegido por ruso, por Bauhaus y por el título: "Tensa calma" que tan bien los describe. Tuvimos una cena maravillosa, muy a su estilo. Son una fábrica de buenos momentos y esta vez se lucieron más que de costumbre. Ahora volvimos a ser vecinos y seguro que la próxima cena será como siempre, en confianza, improvisada y sin invitaciones. Cualquier cosa, pedimos pizza.