5. Alejo Rodríguez Romero

Tiene una personalidad compleja sólo porque él le gusta tenerla, porque en el fondo es sencillo: disfruta de las cosas auténticas y puras. Un buen asado en casa con amigos, los hijos, su mujer, la familia, viajar, buena lectura y mejor vino.

Mi otro hermano.
Tiene la pluma más aguda que conozco que, con su enorme creatividad, llena de orgullo a quienes lo queremos (esas pocas veces que se sienta a escribir). Pero a falta de textos, los que lo entendemos, disfrutamos de su exquisito sentido del humor e ironía. Además es original en todo, no puede evitarlo su inventiva es cotidiana y permanente, disfruta poniendo su sello personal en lo que toca.

Veinticuatro años compartiendo una vida: Desde grupos juveniles, noches interminables de bares, copas y amigos; una carrera en común, los avatares de las agencias de publicidad, sus mudanzas y proyectos; luego sus hijos y los míos jugando juntos en las tardes de los fines de semana, vacaciones o cualquier excusa para juntarnos, como ésta. Uno de esos amigos con los cuales uno se siente en familia.

Aprovechando su experiencia gastronómica de restaurantes, franquicias y su actual casa de pastas Maccare, acordamos que no amasaría sino que traería los “ñoquis del 29” del local, pero haría una salsa original que yo pudiera aprender. Una receta familiar que le enseñó su padre: Cebollas y pimientos rehogados con garbanzos.

Llegó con su acostumbrada puntualidad, más ansioso por ver la casa de la que tanto le había hablado, que por cenar conmigo. No es necesario preguntarle a Alejo: -¿Cerveza o vino?, es sabido que responderá algo como: - ¿Por qué “o”?. Así es él. Ingenio inmediato prêt-à-porter, herencia “De la Sota” mezclada con vehemencia y seguridad “Rodriguez Romero”. Pronto brindamos con los vasos de cerveza que me ayudó a conseguir en Londres y se puso a cocinar su salsa al wok. Los que han cocinado en restaurantes tienen una naturalidad para hacer las cosas en 20 segundos que casi no me dio tiempo a nada, cuando me di cuenta ya estábamos en la mesa con nuestra cena.


El menú: Ñoquis Maccare con salsa de pimientos y garbanzos. “Famiglia” Bianchi Malbec 2007 y heladitos de dulce de leche. Todo con fondo de The Police.

Hablamos de todo, como de costumbre, los libros aparecieron en la mesa y nos pusimos al día de nuestras vidas, los hijos, los cumpleaños de 15. Pero sobre todo de sus ideas y revisamos un poco los 24 años que llevamos de amistad. No siempre fue fácil con Alejo, será que nos parecemos mucho en algunas cosas. Cuando lo conocí me dijo una de sus frases: - Que tal, soy Arturo Miguel Alejo Rodríguez Romero de la Sota, mis amigos me dicen Ale... vos decime Alejo. Con ese comienzo, no dudé de que es un tipo distinto, interesante y antipático porque le gusta serlo. Con quien se puede hablar de todo, siempre dará su opinión sincera y con la mayor gracia posible.

Como era de esperar, olvidé darle el “retrato de Van Gogh” que hice para él, es que conversamos hasta tarde, nunca me enteré de la hora, además no pudo con el juego del acertijo que es clásico en estas cenas y como sucede con los grandes amigos, los encuentros ni empiezan ni terminan nunca, da igual si lo vi ayer o hace un año, son siempre un gran “Continuará...”



4. Pablo Ramirez

Quiso el destino –a Pablo no le gusta hablar de casualidades- que el tren me dejara una estación antes y pasara por el barrio chino por tercer martes consecutivo. Buena ocasión para comprar helado y mangos. Y quiso la suerte que tuviera una excusa más para estar con mi amigo.

Si Mahoma no va a la montaña.
Pablo no es nuevo en la casa viene con frecuencia ya que tenemos varios proyectos compartidos y, entre reunión y reunión, ya es un vecino más.
En cuanto se lo conoce un poco, lo que más llama la atención de él es su preferencia por la retórica de los hechos. No le gustan las grandes teorías prefiriendo siempre la práctica. Sincero, honesto, generoso, respetuoso y afectuoso. Generalmente su forma de pensar es opuesta a la mía, pero jamás confronta directamente, no es su estilo. Prefiere decir: - Ya vas a ver que tengo razón, e inmediatamente después suelta la carcajada. Esa distancia entre nuestras formas de ver las cosas es lo que hace ricas a nuestras charlas, y siempre pueda aprender un poco más de él. Consejero socorrido reiteradamente, tiene el don de escuchar, preguntar con agudeza y de hablar poco y con seguridad sentenciosa.

Cuando lavaba los platos vi una figura sonriente en la ventana, como el gato de Cheshire apareció de la nada y me dio la primera sorpresa. La segunda fue al entrar, había traído todo para cocinar, condimentos y delantal incluido. La siguiente fue al contarle que no había Stella Artois sino Warstainer a lo que respondió – No preferís esto? Mostrándome un Navarro Correas ¡de 1993!

El menú: Sorrentinos gratinados con salsa de tomates. Navarro Correas Syrah (1993). De postre un Luigi Bosca Cavernet Sauvignon (1997) superlativo. Y casihelado de crema con trocitos de mango. Conciertos de Brandemburgo de fondo.

Me enseñó sus secretos para una salsa de tomate perfecta: dos clases de cebolla, aceite de oliva, tomate natural. Riquísima. Trajo unos sorrentinos que coció a fuego lento. Luego metió todo al horno con una cubierta de quesos que sacó (he ahí la pericia) en su punto justo. Y a comer.

El relleno de mozzarella era soberbio. La salsa perfecta, el vino increíble. La charla nos llevó hasta las 2:00 AM. Viéndonos tan seguido, era natural que debíamos hablar de otra cosa, acalló fácilmente mi verborragia habitual contándome sencillamente la historia de su vida, desde su colegio alemán hasta el Waldorf de sus hijos. Desde su niñez urbana a su juventud campestre. De veterinaria a la fotografía. Me llevó de paseo por un Pablo que no conocía, uno que fue más huraño y que por suerte no existe más.

Tanto nos reímos, tanto me contó y aprendí que olvidé darle mi pequeño Cezzannito; pero no importa, nos estaremos viendo en estos días, es un amigo.






3. Myriam y Agustín

Sabía que sería difícil escribir de alguien a quien conozco desde que nací. Pero las personas cambian, yo lo hice y el también. El Agustín de hoy es muy distinto. Todos suponemos que es por el toque de dulzura que Myriam le dio a su vida.
Mi hermano mayor. Se molestó cuando dije “- mi hermano es hijo único”, pero hace años ni se hubiera mosqueado. Tengo pocos recuerdos de jugar con el cuando eramos chicos: una cicatriz en la sien y una quebradura de brazo izquierdo. Cosa que no quitó que siempre fuese mi ídolo y quisiera hacer lo que el hacía. Sólo una vez lo logré, una breve y divertida militancia política
Pero la vida, nos cruzó extrañamente haciendo que el se case y abandone una larga trayectoria de soltería. Pero no es su mérito sino de Myriam, está clarísimo.

Siempre igual, siempre cambiando.
Agustín es tremendamente social y amigo, es capaz de hablar por horas de sus andanzas de juventud y de esos personajes increíbles que son sus amigos. Pasa del ceño fruncido a la carcajada en un segundo cosa que por suerte es cada vez más frecuente.
Myriam es mi futura cuñada, es abogada pero aún así tiene muchas virtudes. En el año y medio que la conozco aprendí de ella que se puede franco y mantener la sonrisa. Tiene suficiente paciencia, no sólo para aguantar a mi hermano sino para casarse con él. Y tiene una claridad total para decir las cosas. Se emociona rápidamente y contagia alegría. Se incorporó a la familia con naturalidad, tanta que hasta se transformó en mi abogada sin darnos cuenta.
Recorrió la casa con la alegría de comprobar que el “común acuerdo” aunque sea el menos común es posible y con mi hermano se dispusieron a llevarme a la cocina a trabajar en la cena.

El menú: Merluza arrollada con relleno de roquefort con guarnición de papas y brócoli. Finca Flichman Malbec Roble. Todo matizado con música de Yann Tyersen.

Esta vez, típico método de hermano mayor, el que tenía que hacer todo era yo. El me explicaba y yo lo hacía en la práctica al grito de - el ajo va picado más chiquito!. Hicimos así las papas los arrolladitos de merluza pero la mezcla de quesos del relleno la hizo él solo mostrándome los pasos.
En media hora de horno estaba todo listo y, como es costumbre de familia, Myriam se reía señalando cuánto nos parecemos Agustín y yo. Raro, creo que ninguno de los dos lo había notado hasta el momento. Alternamos las anécdotas de mi hermano, con cuentos míos de infancia y los pormenores de su próxima boda. Prometí que no iría en ojotas esta vez, que ya habrá suficientes locos en la fiesta.

Como colofón cumplieron otra costumbre nueva: se llevaron el dibujo “"Ceci n'est pas un Magritte” y la despedida corta de los que saben que se estarán viendo pronto porque son como de la familia.






2. Francisco Mariani

Fran, increíble combinación genética de idealismo Mariani con inquietud Neiman. Empeñado hasta la obstinación en tener una vida feliz, trabajando, ayudando a los demás y rodeado de su familia y amigos. Generador incansable de ideas y proyectos. Archienemigo de la falsedad, las únicas cosas que le quitan la sonrisa son la traición y la ambición materialista. Amigo de confidencias mutuas. Ayuda en los momentos precisos, siempre dispuesto a inventar algo. Camarada.
Lo conocí a partir de Carlos, su padre. Compartimos una temporada en ESPN y pronto pasó a integrar las cenas de “Les chevaliers de la table ronde”. Luego, siguiendo su instinto migratorio, partió hacia sus propias aventuras: “One Over” “Fly cast America” etc. Conociendo su gusto por los salmónidos en general y por la pesca en particular, no es de extrañar que admire las vidas de aquellos que nadan contra la corriente y que son su fuente de inspiración permanente. Fran: Tremendo amigazo. Amante de la naturaleza e incansable en la aventura de disfrutar la vida.

Pez de mar y de río.
Pasamos en un taxi sin escalas de el Hotel Alvear al barrio chino: de uno de los lugares más elegantes de la ciudad al bullicioso mercado lleno de colores y olores. En la pescadería donde abundaban ejemplares de nombres impronunciables, eligió un lenguado pequeño que fue fileteado con maestría por el pescadero. Unas limas, camarones crudos, mango, ciboulette y poco más.

En casa me enseñó a hacer un cebiche (ceviche, cebiche, seviche o sebiche), lo preparaba mientras hervía los camarones para el primer plato y me ponía a trabajar (exprimir limas, pelar camarones etc.).


El menú: Un “dip” de papas fritas y galletas con queso blanco y ciboulette. Entrada de langostinos y Cebiche de lenguado y mango. Quilmes del almacén de Osvaldo y Marcus Merlot. Todo aromatizado con U2.

Fieles cultores de la “naturaleza dispersa” hablamos de todo: Los Mariani, su proyecto de vida, su trabajo, sobre los cambios de los últimos tiempos en nuestras vidas y los siguientes que nos esperan. Sobre todo de la palabra DECISION.
Sobre el final llegó Juli, su mujer, a la que él le enseñó la casa, se llevaron el cuadro del pescador que terminé en Córdoba para llevarlo otra vez a 100 metros de donde lo empecé en Recoleta.


1. Cristian Gabriel Raineri

Amigo desde mediados de 2007, cuando cursaba “Política” en la facultad, abrí una cuenta de Flickr y encontré personajes de la fauna más variada. Luego Cristian, con sus humores compartió conmigo y otros delirantes aventuras y encuentros del grupo “Tu foto más pedorra”. Entre almuerzos y reuniones varias, compartimos estos dos tumultuosos años de nuestra vida y conoció los tres departamentos en los que viví este último. Extraña mezcla de obstinado, alegre, atribulado e inteligente, Orzo tiene su estilo pero se supera en cada foto, en cada sesión (que para el son su terapia).

Lo bueno, si breve.
Como suele ocurrir con las primeras veces, casi todo es improvisado, se inventa sobre la marcha. Aprovechando su invalidez temporaria y su paciencia para aceptar ser el primero y conejillo de indias de este experimento, el manco se hizo presente con demasiada puntualidad. No había nada preparado así que lo armamos en el momento.

El menú: Pizza cuatro quesos, empanadas irreconocibles, Coca-Cola y Warsteiner.

Rodrigo (mi hijo mayor) se quedó en casa a charlar con nuestro amigo. Tratamos, entre los tres de descifrar la tarea de Rodrigo: Fotografía matemática. Expresar en fotos que la matemática está en las cosas cotidianas. Hablamos de Fibonacci, la sección áurea, Pi, arquitectura masónica, columnas griegas, recordamos algunas de nuestras fotos y le prometimos a Rodrigo enviárselas como ejemplo de lo que no hay que hacer.
Cristian recorrió la casa con alegría de amigo y entre consejos eléctricos sonó en teléfono: Mi hija menor saltaba como de costumbre pero se había caído y se había lastimado el mentón. Esperamos a que llamaran desde la clínica y ante la noticia de que requería sutura dimos por concluida la primera “cena de los martes”.
Fuimos a verla y a contarle anécdotas de mis cicatrices en las manos, mentón cara y cabeza para que se relajaba y se riera un poco, así le dio cuatro puntitos una cirujana plástica como colofón de una noche inolvidable.

(*) Esta vez no hay fotos por razones obvias.