17. Eduardo Morcillo

Popularmente conocido como Mr. Ed o Sr. Bigotes, es una persona genial. Nada en las redes sociales como por su calle cuando llueve. Esas cosas que tiene su vida, de estar enterado de todo e ir a cuanto evento merezca su presencia, hizo que estuviera en Buenos Aires aquella semana de finales de octubre y compartimos una cena de viernes 30 en casa. Luego compartimos mucho más con la llegada de Alé, Caro y Coca, pero ese es otro cuento.

Llegó como espero que lo hagan los demás, con su mochila y ganas de cocinar y charlar. Que Ed cocina no es novedad, le gusta, le guuuusta, pero logré sacarlo de su menú de muffins, tortas y ciabattas... no, no se llamaban así el me corrigió, no lo recuerdo. Yo tenía todos los ingredientes que pidió preparados: “Arroz 2 pocillos, Huevos 2, Cebolla de Verdeo 2 o 3, Ají verde y rojo, Ajo 2 o 3 dientes, Zanahoria 1, Pechuga de pollo 1, Salsa de soja, y si conseguís, jengibre”.

No hay dos, no hay dos...
Eduardo es un contacto omnipresente y siempre divertido de Facebook, Flickr y Twitter, ¿se me olvida alguno? Con el compartimos muchas cosas, siempre con su sentido del humor sincero, si Eduardo me dice: ¡Qué foto de cuarta!, yo me río. El es así y combina muy bien con el mío que es pretencioso.  Altera los colores de sus fotos de un modo personalísimo que yo llamé “misterdización”, el sabe que no es burla, sus fotos misteredizadas son buenísimas.

Hizo todo y casi no me dejó participar en la cocina, sabía que prefiere una cerveza a cualquier otra cosa, así que ahí estabamos los dos, Heineken mediante. Picó todo y fué poniéndolo ordenadamente en el wok ante mi asombro, no porque lo hiciera sino porque mientras tanto me contaba detalles de su vida.

Menú: Chao Fan (verduras y pollo con arroz) Heineken, buena onda y tango de postre.

Dicen que Eduardo es tímido, tanto me lo dijeron que llegué a creerlo, lo conocí en una fiesta de Flickr en la que llevaba puesta la remera que el hizo con el stencil que yo diseñé de Want-Ed. No dijo palabra aquella noche, rodeado de sus fans. Poco a poco, en sucesivos encuentros, aprendí que a Eduardo hay que preguntarle, el responde. Pero esencialmente es un buen observador, don con el cual hace maravillas con la cámara. Eduardo no es tímido y cuenta todo si se lo piden, su vida, sus secretos con la cámara, su edición de colores, detalles de cómo hacer tal o cual cosa. El sonríe y cuenta, pero como toda celebridad, espera que su público responda.


Habiendo terminado con el wok, cenando su arroz espectacular, le contaba sobre la próxima visita de Alé y Caro cuando sonó su teléfono: Una risa desconcertante, familiar, de una mujer desencajada: - Esto es lo que te espera la semana que viene, me dijo. La risa era de Caro, el mensaje de otra vieja conocida en común: Smirnova (Alejandra Parejo). Lo invitaba al “Bar de Roberto” un sucucho de tango en sus palabras. - Vamos? - Vamos.

El lugar era encantador, barcito pequeño de los de antes, los parroquianos se turnaban para cantar y alternaban copas con letras de tangos rancios. Eduardo esconde una cámara réflex en una riñonera donde no cabe la mía que es hogareña y fotografía todo, tampoco dejó pasar la ocasión del bar. Yo apenas hice una y ¡con el teléfono! El lugar y el ambiente eran ideales.

Pasadas las tres de la mañana, volamos cada uno para su casa. Y me quedó esa sensación extraña de haber conocido a Eduardo como sólo a pocos deja hacer, en casa, cocinando, contando, con amigos, contando secretos de difusores de flash y modos de cámara. Admiro de el varias cosas: su ojo, sus fotos, su humor, su forma de ver las cosas y sobre todo, esa capacidad tan de él de no involucrarse nunca en la locura de los demás, para eso tiene la suya.

16. Miqui

Ella me lo pidió. Y como de costumbre, aquí me tiene cumpliendo sus deseos. Miquicuqui,  Micuquiqui, es mi amorcito y siempre se encarga de recordarme que yo soy de ella sin eufemismos. Este domingo me dijo:
- Sos el mejor papá del mundo.
- Bueno... soy tu único papá.
- No, de todos los papás del mundo.

No le gustan las indirectas, es frontal y así como es alegre y su sonrisa es capaz de iluminar un feo departamento verde, también dice con precisión lo que siente y lo que no le gusta, lo tiene clarísimo y lo dice. Es sincera y exige lo mismo a los demás. Aún así, aunque ya es casi una señorita, para mí sigue siendo mi bebé y la llevaré aúpa mientras pueda.
Miqui es una personita encantadora, llena de energía, divertida. Siempre a los saltitos, siempre bailando. Recién a los 3 años empezó de a poco a apoyar los talones, hasta ese momento iba a los saltitos por el largo pasillo de su casa cantando. Yo le decía “mi pulguita” por esa razón. Y “bombón de pimienta” por lo dulce y llena de brío.

Hace tiempo le compraba unos fascículos de recetas para niños que además venían con elementos de cocina pequeños. Cuando empezamos con las cenas, me los trajo para que pudiera usarlos y quiso cocinar hoy una de esas recetas que, aunque era para Halloween, queríamos hacer desde hace mucho.

Pelamos las papas y las pusimos a hervir con el colorante comprado en el barrio chino (prometieron que era natural, de no sé que planta) Mientras hacíamos los huevos de codorniz muy en su estilo, en lugar de correrse para que yo fotografíe algo, se ponía delante y posando.
Hablamos de sus gustos y de su Facebook. Quise saber qué hacía con él, que cosas leía. Y resulta que es una niña, se divierte y no le interesan las cosas de los grandes ni pierde tiempo en leer lo que escriban los que ella no conoce. Prometí hacerme una mascota y una pecera para compartir con ella también esos juegos. Pronto, al ritmo del jazz, tomó el sombrero de Alé y me mostró la coreografía de All That Jazz que bailará mañana en el acto de fin de curso.

Ella es obstinada, concentrada y responsable. Como le divierte lo que hace, no necesita dejar de hacerlo para divertirse con otra cosa. Si hace gimnasia artística no quiere faltar nunca a ningún entrenamiento y se ocupa de practicar, quiere ir a los torneos aunque esté enferma. Con danza igual y, en realidad, con cada cosa que hace. No le gusta dejar ni un dibujo sin terminar y me pregunta siempre si ya terminé éste o aquel cuadro.

Menú: "Dedos de bruja" (salchichas con almendras) con puré rojo de papas y pistachos y "ojos de monstruo" (huevos de codorniz con aceituna). Golosinas chinas y Phill Collins Jazz Band de añadidura.


Quienes me conocen ya están hartos de escucharme hablar de Miqui, de mi orgullo al verla bailar, competir, actuar, divertirse. Contar sus ocurrencias, mostrar sus dibujos. Siempre nos encontramos para hacer algo, pintar, jugar, leer, inventar, reírnos, hacer el ridículo. Estamos bien juntos, nos hacemos bien, nos alegramos juntos, nos inspiramos, aprendemos. Y estoy seguro de que siempre seguiremos así como anoche: buscándonos, encontrándonos, haciendo alguna cosa rara, caminando de la mano, sonriendo por la vida.


Su canción favorita :)

15. Paola y Diego.

Conocí a estos dos personajes por separado y luego separados. Peleados, indignados. Obviamente no era su momento más feliz, pero en aquella oportunidad cada uno por su lado confió en mí. Quizá una confianza como de borracho en navidad, capaz de decirle a un desconocido las cosas que jamás dijo a nadie. Lo gracioso de aquello fue que los dos decían las mismas cosas. Cómo dos personas tan distintas pueden ponerse de acuerdo en algo es un misterio. Lo único que les dije en ese momento fue que no valía la pena insistir en estar juntos para estar mal los dos. Lo bueno es que no me hicieron caso... ¿o si?

Encontrarse en lo bueno.
Viven en las afueras de la Ciudad de Buenos Aires, aunque inicialmente iban a venir por separado respetando las exigencias de diva de la Pipi, el largo viaje de vuelta hizo que simplificáramos las cosas. Ahora me parece que fué mejor porque jamás los había visto juntos y solos a los dos. Aunque conocía a Diego no imaginaba como sería verlo aguantar los arranques de la Pipi. Fue divertidísimo ver el contraste en él, tipo tranquilo, pausado, medido, sin salir de sus casillas respondía: - No quiero, Pao. Estoy cómodo, me gusta así. y escuchar las barbaridades que le decía con media sonrisa de Gioconda.

La Pipi es un fenómeno telúrico, una clase de terremoto que no se mide con la escala Richter. No quiso ayuda para su receta. Apenas me dejó picar los pimientos, pero una vez encendido el fuego ya no quiso que la molestáramos. Si es difícil discutir con Paola, cuando la vi con el cuchillo en la mano supe que no debía insistir. Diego había traído la cámara y se ocupó de hacer un foto-reportaje con unos desenfoques envidiables y unos macros de pulso firme. (todas las fotos a excepción de su retrato son de él). Diego hizo lo que yo siempre olvido, fotografiar los platos, de paso hablamos de la evolución de Paola. Hace tiempo, cuando recién nos conocíamos, teníamos muchas discusiones, ella odiaba que yo fuese "misterioso" con el tiempo se puso a leer y empezó a reconocer que en mis textos no había misterios sino bibliografía. Luego su progreso en la fotografía: de aficionada del montón pasó de la mano de Diego a producir imágenes asombrosas. Hoy sus fotos son mejores que las mías y que las de muchos otros que tenemos esta afición fotográfica, al punto que una de estas fotos (pensé que todas eran de Diego) es de ella y sólo me di cuenta porque aparece la camisa que Diego no quiso sacarse.


Pauliten llamó al teléfono cuando estábamos en plena faena culinaria y Paola puso el celular en altavoz, así que por un rato fuimos 4. Escuchamos los reclamos acerca de los derechos de autor de la receta y los grititos con los que Pauliten se defendía.


El Menú: Fetuchini con salsa de pollo, champignones y albahaca. Fanta Light, Stella Artois y Santa Julia Merlot (cada uno con lo suyo) Helado de postre y jazz de fondo.

Diego aceptó la cerveza al principio para estar bien sobrio horas después y poder manejar de regreso. Aprovechamos para conversar en el rato que Paola estaba entretenida en la cocina. No fue mucho tiempo, ella entraba y salía para hablar con gestos mezcla de barrio y ruta. Es tan lindo escucharlos, son tan distintos, cuentan sus vidas de una manera especial. Cada uno desde su visión, desde su lugar. Lo que sí tienen igual es el corazón, esa confianza depositada en el otro, una tranquilidad de decir lo que sienten, la libertad de hablar, de responder.

Los fetuccini estaban en un punto exquisito fruto de su experiencia pero debo reconocer que entre risas es muy difícil comer. Escuchar a Diego contando las gracias de Paola o a ella despotricar con gracia de las cosas más domésticas de Diego hicieron que todo pasara rápido. Llegó el heladero que además de hacer el helado y servirlo, atiende el teléfono y hace los envíos. Un italiano simpático.

La soltura de Paola para hablar de su familia, sus amigas, la templanza de Diego para hablar de sus cosas hicieron de esta cena uno de esos momentos que pasan a toda velocidad. Cuando nos dimos cuenta eran como las 2.00 de la mañana o más. Una vez que se fueron se sintió el silencio que siempre hay en mi barrio mucho más acentuado se habían apagado las risas repentinamente pero había quedado la alegría que la Pipi y Diego saben regalar cuando están entre amigos. Tanto hablé de la gracia de estos dos que ahora redundaría si lo escribo en plural.

PS: (post scriptum, Pipi) olvidé hacerles un dibujo, pero ella se ocupó de elegir un lindo Modigliani para que se los dé en otra oportunidad. 


14. Rodrigo

No seré breve ni será para llorar, es sólo el relato de lo que todos conocemos de él. Hay pocas personas vivas a las que admiro y se lo pude decir. Quizá no le haga bien que se lo diga, pero Rodrigo es una de ellas y tengo mis motivos que luego explicaré. La razón del orgullo de padre con él es sólo esa, que él sea mi hijo. Porque su personalidad no es una extensión de la mía ni se parece casi, es toda suya y es enorme.

Nunca he visto a nadie más intenso. Lo es en todo, cuando ríe no para, cuando está triste es apocalíptico, enojado es una furia, cuando disfruta lo hace de una manera envidiable. Ahora si, cuando algo no le interesa... es inútil insistir, hay que arrastrarlo como a un cachalote varado. Siempre pongo de ejemplo para describir esa intensidad y sus capacidades contando su séptimo grado: durante todo ese año iba al Coro Nacional de Niños, como empleado del Estado Nacional tenía ensayos estrictos y obligatorios todas las tardes, para eso tenía que salir antes de su doble turno en la escuela y terminaba a las 19:30, el único día libre era el miércoles y los fines de semana tenía conciertos. A la vez hizo el ingreso al Colegio Nacional Buenos Aires (que aprobó), el más dificil de Argentina, todas las mañanas de los sábados desde las 8.00 hasta el mediodía y todos los miércoles por la tarde en clases particulares. Al mismo tiempo se anotó en el equipo de matemáticas de la escuela y ganó dos Olimpíadas de la ciudad y becas para colegios privados. Tampoco se quiso perder de su viaje de egresados ni de jugar al rugby en el club... hizo otras cosas que ya ni recuerdo, ese es Rodri.

Un solo sentimiento es más intenso que el amor a la libertad: el odio hacia el que te la quita.
El tenía la receta de Carmencita para hacer creppes, a la vez es un legado de su abuela Julita que era una experta cocinera. Ensayamos una vez y queríamos doctorarnos en panqueques voladores, no fue posible, pero nos salieron bastante bien considerando que iban a ir escondidos en mi plato favorito: Lasagnas. Nos llevó demasiado tiempo pero controlamos la situación con el reloj en bolivarianos semihusos. Luego hicimos el relleno de carne y el armó la fuente alternando jamón, queso creppes y el relleno de carne molida.

Menú: Lasagnas de creppes rellenas de carne, jamón y queso cubiertas de salsa mixta y gratinadas. Alma Mora cabernet, Fanta light y Michael Boublé.

Tengo la suerte de tener un hijo que se está haciendo hombre mientras aún puedo disfrutarlo. Ya compartimos cosas de niño y ahora empezamos a hablar de hombre a hombre. Nunca fuí su amigo, quizá no lo seré mientras sea su padre, pero abrigo la esperanza de que cuando esté más maduro lo seamos. Hablamos de nuestras cosas, las materias, los exámenes y de los hijos y padres. De aquellos que ponen como excusa a los hijos por sostener su propia infelicidad. Que echan culpas a los demás de su falta de libertad. Sobre todo de eso: No hay culpables fuera, uno debe aceptar la responsabilidad e intentar ser feliz, lo que incluye respetar al otro. Ni traicionar ni traicionarse.
Finalmente, con la paciencia que requiere mi maltrecho hornito, gratinamos el queso y nos dispusimos a poner la mesa y comer. Estarás de acuerdo conmigo Rodri, en dos palabras: EX CELENTE. Milagrosamente todo estaba en su punto, aunque debo reconocer que heredaste mi exageración, hicimos lasagnas como para 40 gallegos.

Quien conoce a Rodrigo coincidirá conmigo en que es una de las personas más sensibles con la que uno pueda cruzarse. Un día llegó a casa y me dijo, - escuché la canción mas linda del mundo. La tarareó. El canon de Pachelbel! pero sí! la busqué y la escuchó, al rato me grita desde su cuarto: - Pá, vení, escuchá... estaba tocando los acordes del ostinatto, el solito, 10 años. No es nuevo, la canción que ilustra este artículo es su primera canción, estando en la panza de su madre, cuando yo escuchaba al japonés Ryuichi Sakamoto, justo en ésta canción el pateaba, con otras no, con ésta. Ahí nació su pasión por la música, 4 meses antes de nacer. Cuando apenas hablaba decía: -Pá múcala y señalaba los discos, yo ponía cualquier cosa, Rachmaninov (Сергей Васильевич Рахманинов), el aplaudía con el mismo entusiasmo con el que cuando tenía un año festejaba de pié en su cochecito los cuadros en una exposición de Miró.

No llevó el Vangoghito porque no se le arrugue. Y al irse me quedó esa sensación de siempre, es genial, no tiene la obligación de cumplir mandatos, nadie se lo pide, pero supera lo que un padre puede pedir cuando hace lo que le gusta y es feliz. Supo hacerlo y lo sabrá en el futuro. Insoportablemente tenaz, habrá que aguantar su gusto por los chistes malos, su vocación de estrella, su histrión de actor, su melancolía adolescente que ya se le pasará.

Esa intensidad que les contaba la tiene en todo. La primera de estas cenas lo tuvo de testigo, y con mis padres igual, de hecho quiere estar en todas y quiso siempre ser el invitado del día (Miqui me reclama la suya), aquí estuvo ayer, con esa sonrisa tan suya, con esos abrazos Sanz con Ñ. Rodrigo, nos tenemos, mi casa es tu casa, mi vida es tu vida. Una vida casi normal, que no guarda secretos ni tiene nada que ocultarte, que espero compartir con vos por muchos años más, mientras me aguantes.