24. Jesús e Ignacio Sanz (de pura casualidad)


Este martes pasado no hubo cena compartida en casa. Fue el cumpleaños de mi papá, unos 78 añitos que no le borran la sonrisa. Decidí cancelarlo todo por ir a verlo a su casa a la salida del trabajo.
Pero voy a aprovechar y contar aquí lo que ya hice en facebook, una historia de coincidencias:

“Aunque no de martes sino de sábados, aunque el autor es otro Ignacio Sanz, la vida esta llena de casualidades, como que la primera sea Alejandra y que llegara el correo el único día en que estoy en casa por la tarde. Gracias Jesús. Ya eras amigo de la casa y no por casualidad”.

Hay quien no cree en las coincidencias y pasa de ellas hablando de causalidades reemplazantes de las casualidades. Yo no. Creo en ellas. De la misma manera que creo en el mago, me da igual si hace un truco, para mi es magia, me creo el cuento, y como todo cuento necesita un pacto no escrito de credibilidad. Quien no cree en los magos, no debiera llorar en las películas, ni leer novelas. Quien no cree en las casualidades se pierde gran parte de la magia de la vida, no puede soñar, planear, no entiendo tampoco un amor pragmático, sin esa dosis de idealización de magia. Así es como creo en las casualidades, como que la cena 11 fuera de Alé.

Las casualidades no existen, insisten.

Les cuento el cuento con la única condición de que se crean el cuento:
A los que no conocen Flickr les explico que es (era) un sitio de internet, muy parecido a Facebook pero dedicado a la fotografía, para subir fotos, crear álbumes y, sobre todo, compartirlas. Está lleno de aficionados de todo el mundo que desean compartir su trabajo y disfrutan viendo el de los demás. Ahí conocí a Alé y por ella a Jesús, un español, castellano... pero divertido. Así que compartiendo la clarividencia de Jesús, las maravillosas obras de Alé y mis disparates nos fuimos conociendo de a poco.
Cuando Jesús se enteró de mi blog por un cartel que hice, lo leyó entero de un tirón y me escribió emocionado por enterarse de Alé, de mi y reirse de otra locura más de su amigo Nacho. El había recomendado a Alé para un trabajo en Venezuela del que yo estaba bien al tanto, poco después me escribió: ¿me pasas tu dirección postal? me imaginé que sería algo de aquello.
Pasó el tiempo y un viernes ocurrió algo asombroso, unos días antes había estado en el consulado español por mi pasaporte comunitario y coincidiendo con el único dia que estuve en casa por la tarde llegó el correo. Qué raro, pensé, nadie tiene mi dirección nueva. Veo el sobre y... Oh! de España! debe ser algo de la ciudadanía, de elecciones, la constitución, pensé, pero no. Pensar que no lo hubiese recibido si hubiese llegado cualquier otro día y no ese, que estaba en casa esperando el envío de la heladera nueva me llenó de emoción.

Un libro: Las cenas contadas de Ignacio Sanz.

Dentro tenía una nota que decía que para él, Jesús, había sido algo asombroso encontrar ese libro luego de haber leído este blog. Conocía a los editores y fue impreso en su pueblo (no muy grande, por cierto, como la mayoría de los pueblos castellanos).

Ignacio Sanz, escritor y ceramista segoviano, coordina un encuentro literario llamado “La tertulia de los martes”. Sí, yo tampoco podía creer tanta casualidad junta.
Así que con su libro en la mano, empiezo a leer y encuentro a Alejandra, un amor del protagonista. ¿Alejandra? tenía que ser ¿Alejandra Ignacio? ¿no hay Claras, Franciscas o Faviolas en Castilla? Pues bien, Alejandra, y dice que tiene un cuerpo imantado... Perdón tocayo mío, dentro de los miles de adjetivos ¿no había otro? ¿tenía que decir lo primero que le dije a Alé al conocerla? Pues bien, hay otras muchas coincidencias que no contaré, tendrán que leerlo.

Yo creo en las casualidades, las disfruto, sueño, planeo. No importa si no existen, ahora lo que quiero es una mesa como la de la tapa del libro, tres sillas Alé, yo y Jesús contando sus historias, si viene algún día por una de esas casualidades de la vida.

23. Ana Micaela Bellotti (doble ele doble te)

- Micaela.
- No, no me gusta que me digan Micaela.
- OK, Ana Micaela.
- No, ¡peor!
- ¿Y cómo querés que te diga?... ¿Ramona?

Así es como Mica se transformó en Ramona, Ramonita después y Raimunda ahora. Como un juego, en el que yo pasé de Nacho a Ramón, Ramonete y Raimundo. Es que ella adora jugar, no congenia con aquellos que viven la vida como en “El día de la marmota” ceñidos a la rutina y escuchando todos los días la misma canción...  La de arriba fue nuestra primera conversación, extraño. Ella empezaba a trabajar conmigo y había sido elegida por las ganas que demostraba. Porque en ella era mucho más importante lo que podía hacer que lo que ya había hecho. Lo que podía aprender que lo que ya sabía. Y así fue. Hizo y bien, aprendió y pedía mas tareas, cosas que la entusiasmaran, que fueran divertidas, como lo es ella.

La felicidad es naranjita
Tiene una risa que contagia y te hace reír, tanto que además de que provoca hacerla reír todavía más. Por eso de que en las oficinas reirse no es bien visto, porque es tomado como una distracción, nosotros nos cebábamos más. La conocí el 1ro de abril de 2008, uno de los días más difíciles de mi vida, y aún así empezamos a reirnos y no paramos hasta ahora. Se transformó en cómplice de mis historias, le conté sobre mi amor, ese mundo tan original y lleno de códigos, misterios, números, colores, canciones, hojas de árboles y quedó maravillada. Lo primero que me dijo es: ¡Yo no tengo eso! Luego todos los días llegaba y preguntaba: - ¿Cómo está Naranjita? ¿Qué cuenta la cuchi?

Pero sobre todo jugar. Yo hacía todas las tardes la pantomima de un programa de bricolaje reciclado, en el que imitaba a un ceceoso, un poco amanerado, que hacía adornos horrorosos para la casa y nunca reciclaba nada sino que pedía que la audiencia comprara las cosas nuevas. Jugábamos al tejo con mi iPhone y mil otras cosas.

Ahora trabaja a tres cuadras, así que me pasó a buscar por la oficina aprovechando para saludar a sus viejos compañeros, porque Ramonita, Bellota, nunca se fue. Fuimos a un supermercado cuchi y al tren hacia Nuñez. Pero el tren nunca llegó se quedó antes de llegar a la primera estación. Logramos tomarnos un taxi y cuando llegamos recibí el mensaje de Alé que decía: “Taxi” - Oh! Es adivina, dijo Ramonita.

Estamos los dos a dieta: yo por comer más sano, cosas más acordes con mi edad que con mi estado civil y ella por esa maldita manía que tienen las mujeres de cuidarse y embellecerse cuando se separan, quizá con el afán de demostrar cuánto el otro se está perdiendo... Entonces, nada de cervezotas, vinazos, papotas, fideazos ni cosas calóricas. A cambio haríamos pollito, verduritas, honguitos. Quesito light.

Menú: Pechugas en salsa de queso y mostaza con wok de verduras y gírgolas al disco. Nestea de limón y cata Jelly Belly. Con música de Billo´s

Como lo que más hacemos siempre es jugar y contarnos nuestras vidas, eso hicimos también esta vez. Rehogamos las verduras en una avara ración de aceite cortadas en pequeño. Luego ella hizo el pollo aparte e inventó una salsa con queso crema y mostaza “a l´ancienne”. Cuando estaba concentrada en la tarea pude tomarme un minuto para dejar caer su cámara al suelo, así que seguimos con mi teléfono y con el suyo. Pronto estábamos en la mesa con nuestra segunda jarra de Nestea con hielo y reanudamos nuestras charlas de almuerzos que por primera vez se transformaron en cena.

Así que como nuestra charla no empezó hoy sino hace tiempo y como seguramente seguirá es difícil recordar de qué hablamos entre las risas sonoras y contagiosas de Mica. Nuestra cena terminó con el postre: degustacion de Jelly Belly de 20 sabores y a adivinar de qué era cada uno, así nos terminamos la segunda y última jarra de Nestea. Creo que entre los dos acertamos a todo aunque diferimos con los de lima-limón: para mí sabian a Pinoluz y para ella a Procenex. Los de popcorn con manteca eran sólo de manteca para nosotros. Y varios tenían sabor a sabor a algo. El taxi que la pasó a buscar porque no habíamos terminado de calcular qué día estaba entre el 11 de septiembre y el 3 de febrero. Yo esperaba que fuera el 11 de noviembre, pero resultó ser el 8. Que espere el taxista, nosotros no habíamos terminado ni de enviarle mensajes a Alé ni de reirnos ni de criticar a unos cuantos con ironía, a los infelices que no saben jugar o se olvidaron de hacerlo.

Hoy me reía sólo recordando nuestras charlas, nuestro trabajo, juegos y esa cosa tan loca de haber trabajado juntos un solo año y llevar ya dos de amigos, aunque ya no la escuche escribir con esos sonidos de murciélago encerrado, de llaves en el lavarropas, de cucaracha en una caja. que hace con el teclado. Raimunda es una excelente compañera porque no quiere ganarle a nadie, sólo quiere aprender todos los días, superarse, estar bien y cuenta conmigo para eso.


22. Gonzalo Zúñiga

Me recuerda a Marinetti, que en su Manifiesto maquinista declara que “un automóvil de carreras es más bello que la Victoria de Samotracia”. Gonzalo es una máquina de dos tiempos: pasa de enfado silencioso a la risotada sonora sin solución de continuidad. De mirar dibujos animados a un concierto de Limp Bizkit. De dedicarse concentrado en hacer un mueble de madera a hacer lo que más le gusta en la vida: Nada.
Gonzalo no está para sutilezas. Le gustan las cosas francas y simples. Puede aburrirse también, pero no se aburrirá de aburrirse jamás, podría hacerlo por horas y disfrutarlo. No tiene esa urgencia tan moderna de la fobia al silencio, esa necesidad de estar permanentemente haciendo algo, consumiendo algo.

Res, non verba
No hubo luz en mi barrio ayer por la mañana así que no sabía si podríamos hacer nuestra cena. Pero al volver del trabajo lo llamé para confirmarle y a la salida de su ensayo con su banda de rock, vino a casa. Temía que las milanesas que habíamos planeado hacer no quedaran tan buenas como las de su madre pero como no había carne en el supermercado se solucionó todo, las compré rebozadas. Cuando llegó, nos pusimos a freirlas inmediatamente.
Luego hicimos una salsa de tomate sencillísima también, con la siguiente receta de familia: abrimos la lata. A la vez que nos dedicábamos a cuidar unas  papas fritas geniales y en su punto perfecto como sólo en el restaurante de enfrente saben hacer. Dicen que la comida al horno es mas saludable que las cosas fritas, así que pusimos a derretir el queso con el jamón al horno... de microondas.

Gonzalo es un tipo muy afectivo a la vez que reservado. No va a decir con palabras cuanto te quiere, lo dice con la atención con la que escucha, con ofrecerse para hacer cosas. No lo dice, lo demuestra. Por esa razón, todos lo sabemos, pregunta como estás esperando un gran relato, pero cuendo uno se lo pregunta a el dice: - mmmmm, ¿yo? mmmm bien.
Hablamos de mil cosas, pero sobre todo de su gran pasión, la música. Las grandes bandas de cuando yo tenía su edad siguen de gira, así que es mucho lo que tenemos en común. Pero no tengo de su musica preferida en mi teléfono, así que escuchamos blues, le mostré Jack Johnson y mucho más, hasta las 4 de la mañana escuchando música y charlando de pequeñeces sin demasiada importancia. Pero como es lógico, si en casa hay mucha música, hay pocas fotos.

El menú: Milanesas a la napolitana con papas fritas. Pepsi, Coca-Cola y Fernet con música para todos los gustos.
Jamás habíamos tenido tanto tiempo juntos y solos para hablar, así que tuve la oportunidad de escuchar las cosas de su vida, su colegio, las cosas que hacen hoy los chicos de su edad. Siempre contado con vehemencia apasionada, gesticulando a lo Pascual. Indignado por las cosas que veía de los chicos de su edad, sus vidas, las drogas, el desapego, la falta de compromiso, hasta el mal gusto criticó.
El es determinante en sus opiniones y gustos, no admite grises, le gusta o lo odia. Bostero fanático e irracional como todo bostero, no se puede ser un poco de Boca y como todos ellos, disfruta más una derrota de River que un triunfo xeneize, no hay explicación, no hay excusas, es así. Por suerte Boca perdió en estos días y no quiso hablar de fútbol aunque ya no me tenga de gallina desde que me pasé a Defensores de Belgrano. Aún así, aunque ya no pueda darle el gusto del gaste y sus carcajadas de bostero, se que Gonzalo siempre va a seguir demostrando lo que siente aunque sea con una trompada de cariño.