Hace pocos años lo vi por primera vez y ya es parte de la
familia a la que llamamos “Conchupancia porteña”. De pura casualidad, conocí a
este personaje en la cocina de mi casa. Digo de casualidad porque dependió de
factores fortuitos, el primero es que Alé es budista de Nichiren Daishonin, una
rama japonesa del budismo, que probablemente no supieras como yo tampoco porque son muy respetuosos y no andan por ahí tocando a la puerta de nadie. Otro factor que influyó es que nos mudamos a una
casa espaciosa. Otra, su desfachatez amable y agradecida y la última más
inesperada, que la hermana de Alé (Caro) también es budista.
Los budistas no van a templos pero se reúnen semanalmente y
cuando nos mudamos a la casa espaciosa (que nunca usé para estas cenas), Alé la
ofrecía para estas reuniones semanales de unos 10 practicantes y yo me recluía
en la cocina. También lo hacían el primer sábado de cada mes, pero más
multitudinarias donde hablaban de la práctica. A esas venía Emi. Nunca lo
hubiese conocido porque yo no participaba, pero él era de los pocos que se
acercaban a mi a saludarme y agradecerme por haber cedido la casa.
Siempre con una sonrisa, un chiste fácil e ingenioso, un
invento, una historia. Él no se extiende en los detalles, te cuenta una
anécdota en dos o tres frases precisas que terminan en una carcajada.
Organizador nato o quizá producto de su experiencia en
producción audiovisual de cine, está pendiente de los detalles y ve el
conjunto. Me contó mientras cocinábamos cómo el budismo lo ayudó en su
capacidad de ver el lado bueno de las cosas y a enfocarse.
Primero fuimos al supermercado a hacer las compras y ya en
casa nos concentramos en la cena. Eligió una extraña receta de pasta al limón.
Con pelapapas hizo tejas de cáscara de limón y las rehogó en una sartén.
Después los pasamos por la licuadora para dejarlos en pequeños pedacitos. Volvió
a ponerlo en la sartén y les agregó crema de leche. Dejé que él pusiera los
fideos en el agua porque cada tano tiene su método… y si los hubiera hecho con
el mío era más que seguro de que lo hubiese hecho al revés. Es tan tano Portino que ni siquiera controló la cantidad de minutos que hirvieron, lo hizo a
ojímetro.
Contó su paso por el teatro y la organización de la versión
argentina del Burning Man y a su nuevo emprendimiento LIMA CREATIVE HUB en
el que ofrece su enorme experiencia, su capacidad de organizar y su enorme
creatividad que le permite desarrollar estrategias desde nuevos puntos de vista
en consultoría creativa, branding, diseño web y marketing digital.
Menú: Bucatini alla crema di limone (esos espaguetis que
tienen un agujero), salsa de crema de limón, mostaza en grano, nueces,
reggianito y cilantro… Un rico “Las Perdices” cabernet sauvignon y una
espectacular torta de Juliana Mateus.
Emi es un tipo que se hace querer, no estoy seguro pero da
la impresión de tiene un millón de amigos como Roberto Carlos, que no se puede
ir por la calle con él sin que se encuentre con un viejo conocido, un amigo del
colegio o a algún antiguo compañero de trabajo. Por cierto, la única vez que
salimos a cenar con él se encontró a un grupete de 3.
Además de ser gallinas, compartimos la “naturaleza dispersa”
con la que nos permitimos saltar de tema en tema y si empezamos hablando de
dibujos animados pasamos por la política, la literatura, anécdotas,
información, proyectos, nuestras charlas parecen una tanda publicitaria… cada
30 segundos un tema distinto. Imposible seguir el desarrollo de la conversación ni qué nos trajo a
hablar de Ren y Stimpy.
Alé llegó con una torta de Julia Matheus impresionante y
bellamente adornada, se unió a la charla con el cuñado Emi. No les había
contado que de no ser porque lo conocí en aquellas reuniones en casa lo hubiese
conocido de todas formas porque fruto de esas reuniones budistas Caro, mi
cuñada (hermana de Alé) conoció a Emi se enamoraron y hoy son una feliz
parejita llena de proyectos que ¡lo convirtió en mi cuñado! ¡Qué lindo tenerte
otra vez en casa!