18. Helena

Cuando la conocí hace casi 14 años me miró y supe que tenía carácter. Nunca nos llevamos muy bien por ser tan iguales, discutidores los dos. Aquella bebé larga y flaca siempre pareció más grande y madura que sus compañeros de su edad y lo es. Nunca usó eso que llaman “media lengua” se esforzaba por decir palabras difíciles y hablar con corrección a los 3 años.

El mundo cambia cuando uno cambia.
Helena nunca se queda dormida, decide ir a dormir. Es de esas personas que tienen un enorme mundo interno y están a gusto en él. Se despierta “booba” y puede estar en trance todo el día si lo desea, camina tres pasos más atrás del grupo, tiene el don de la contemplación y yo creo que ve más cosas que los demás, disfruta más porque decide hacerlo. Hace dibujos memorables, no por el trazo sino por la osadía, por lo que el dibujo muestra, que no es la realidad sino su particular visión de las cosas.

No siempre nos llevamos bien, heredó el sarcasmo Sanz. Cuando tenía 4 llegué un día a casa, ella oyó la puerta y fue corriendo. Estaba sonriente, pero al verme se puso seria y me dijo - Ah, sos vos... pensé que era mamá. Dio media vuelta y se fue enojada. - Venga a darle un besito al papá, le dije y sin voltear me respondió - Vos no sos mi papá! Así es mi niña bonita de cariñosa cuando quiere. Clon de mi madre y de mi hermana.

Menú: Nachos y Tacos (relleno de carne molida picante, guacamole, jamón, queso, frijoles sofritos, lechuga morada y pepinitos) Torontos y helados de postre y George Gershwin

Por alguna razón pensé que no quería venir a las cenas de los martes, me parece que es porque ella es muy reservada, tiene sus cosas... ahora me doy cuenta que ese siempre fue mi peor defecto, pero por suerte hablamos, desde hace poco nos contamos nuestras cosas y la distancia hizo que valoráramos más nuestro tiempo juntos. Ella disfruta muchísimo de nuestros planes locos. Ir a una playa de río sin destino y sin mapa, o el día que nos fuimos por la ciudad sin rumbo y volvimos a la 1 de la mañana agotados de caminar. Su sonrisa, por escasa es milagrosa.

Se nos ocurrió hacer tacos así que fui a comprar lo necesario y la pasé a buscar un poco tarde. Hizo el guacamole sola y cocinó la carne casi sin ayuda. Cuando Helena es feliz lo nota y se le nota, pero además aprendió a decirlo y es encantadora cuando se pone en mujercita a hacer cosas en la casa. Finalmente terminamos de preparar todo y comimos como animales. A cada taco le poníamos todo lo que teníamos: relleno de carne adobada con picante, queso, jamón cocido, lechuga, guacamole, porotos sofritos, pepinitos y alguna cosa más tratando de descifrar el por qué de la forma asimétrica de los tacos.


Hablamos de mi viaje del que por perder la cámara no pude mostrarle fotos, pero los dos estamos aprendiendo a tomar las cosas con otra filosofía, valorar más el ahora, el momento. La pérdida de la cámara se transformará en una cámara mejor. Me falta decir de ella dos cosas aquí, una es obvia, es hermosa y esas piernas largas hacen que la gente se de vuelta a mirarla caminar. Cuando baila es feliz, orgullosa y segura de si misma. Lo otro no lo saben muchos porque sólo deja a unos pocos conocerla bien: es una dulzura, detrás del sarcasmo, sus ironías, indignaciones y el millar de amigos está su mundo interno, yo lo conozco bien, es tibio y dulce como una tarde de verano a la sombra, allí donde ella vive es pura paz y sus malos humores comienzan cuando alguien se acerca irrespetuosamente haciendo ruido.


A la 1 de la mañana recordamos a los reyes y salimos de compras, obviamente no conseguimos nada, pero lo hicimos. Me contó de su vida hoy, de los planes de cumpleaños, amigas, novio y de su blog que acabo de leer completo. Charlamos buscamos Cata, Catica y Cumboto en internet y nos quedamos así hasta las 4 de la mañana, felices los dos, riéndonos de nuestras locuras tan iguales. Helena decidió irse a dormir, que en ella es volver a su lugar ideal, su mundo. Y yo me quedé un rato disfrutando de esa felicidad de tenerla conmigo otro rato más y con el agregado que aprendimos a decir lo que sentimos así que aquí va, Helena, hijita: Te quiero estópida! Jaaaa!