10. Eduardo Lío

Cuando íbamos al colegio yo decía que él era el mejor rugbier de toda la historia del fútbol. Es que Eduardo, cuando mira hacia adelante no hay quien lo frene, lo vi meter goles en los que él y la pelota entraron con el arquero y algún defensor. Pero esa voluntad y decisión son naturales el él. No mide la distancia, no se detiene a pensar en caminos alternativos, va y lo hace.

La felicidad está en el camino
No es original que lo quiera, todos los que lo conocemos lo hacemos. Siempre nos llama la atención su increíble actitud frente a las cosas, su exceso de bondad, si es que eso es posible. En toda reunión de ex-alumnos lo mencionamos y comentamos su increíble memoria para las anécdotas de estudiantes que el transforma con gracia en historias memorables. Quería que mi hijo lo conociera y por suerte se pudo quedar con nosotros.

No sabía que le gustara tanto cocinar ni que lo hiciera con esa soltura. Rápidamente se dispuso a ordenar todo, pelar calamares, cortar verdura. Tampoco sabía que mi hijo había heredado mis habilidades culinarias, pero pronto los dos llenamos el piso y toda la cocina de zanahoria intentando rallarlas.
Una vez que tomó el wok no nos dejó tocar nada. Tan pronto como encendió la hornalla, todo se perfumó: ajo, aceite de oliva, calamares, verduras, salsa de soja, merluza, camarones, mejillones... luego los fideos.

Si un día me dijeran que me quedo en la calle teniendo una familia, que además de no tener empleo ni me paguen indemnización, tengo la responsabilidad de cuidar a mis hijos y dos sobrinos, yo me angustiaría, Eduardo no. Hace unos años me contaba su situación con una sonrisa cuando su mundo se había derrumbado. Tal y como me hablaba ayer, cuando me contaba lo que se divierte con su mujer, sus hijos sus padres en los fines de semana. Que con un trabajo que para mi sería insalubre él la pasaba bien. Es chofer de colectivo con esa alegría exagerada tan suya. A cada minuto un comentario, un chiste, una broma ingeniosa.

Menú: Chao mein de verduras y frutos del mar. Malbec Bianchi D.O.C. Cheese cake y torta de chocolate. Ella & Louis como invitados de honor.

Ya me sentía en falta por sentirme el peor anfitrión del mundo (invito a los amigos y los pongo a trabajar) cuando Eduardo, además, trajo todo lo que hacia falta en su mochila: un wok por las dudas, sus palitos de cocinar y sus cucharas de madera, vino y tortas para el postre.
El es así y es genial. Le pedi que me recuerde su historia para que mi hijo la escuchara. Ese Edulio que conocí sigue siendo el mismo, sigue caminando con sus pequeños pasos firmes pero ahora está mucho más convencido de su rumbo, la vida le demostró que está en lo correcto.

Había adelantado que este espacio serviría para decir cosas que quizá no había dicho, en este caso por falta de la oportunidad como la que tuvimos ayer. Ya no hay excusas, los que conocemos a Eduardo lo queremos y algunos podemos presumir orgullosos de ser su amigo.
Así como metía los goles de chico, así me lo imagino de padre y de chofer, siempre para adelante, avanzando y con esa sonrisa que todos le devolvemos.