15. Paola y Diego.

Conocí a estos dos personajes por separado y luego separados. Peleados, indignados. Obviamente no era su momento más feliz, pero en aquella oportunidad cada uno por su lado confió en mí. Quizá una confianza como de borracho en navidad, capaz de decirle a un desconocido las cosas que jamás dijo a nadie. Lo gracioso de aquello fue que los dos decían las mismas cosas. Cómo dos personas tan distintas pueden ponerse de acuerdo en algo es un misterio. Lo único que les dije en ese momento fue que no valía la pena insistir en estar juntos para estar mal los dos. Lo bueno es que no me hicieron caso... ¿o si?

Encontrarse en lo bueno.
Viven en las afueras de la Ciudad de Buenos Aires, aunque inicialmente iban a venir por separado respetando las exigencias de diva de la Pipi, el largo viaje de vuelta hizo que simplificáramos las cosas. Ahora me parece que fué mejor porque jamás los había visto juntos y solos a los dos. Aunque conocía a Diego no imaginaba como sería verlo aguantar los arranques de la Pipi. Fue divertidísimo ver el contraste en él, tipo tranquilo, pausado, medido, sin salir de sus casillas respondía: - No quiero, Pao. Estoy cómodo, me gusta así. y escuchar las barbaridades que le decía con media sonrisa de Gioconda.

La Pipi es un fenómeno telúrico, una clase de terremoto que no se mide con la escala Richter. No quiso ayuda para su receta. Apenas me dejó picar los pimientos, pero una vez encendido el fuego ya no quiso que la molestáramos. Si es difícil discutir con Paola, cuando la vi con el cuchillo en la mano supe que no debía insistir. Diego había traído la cámara y se ocupó de hacer un foto-reportaje con unos desenfoques envidiables y unos macros de pulso firme. (todas las fotos a excepción de su retrato son de él). Diego hizo lo que yo siempre olvido, fotografiar los platos, de paso hablamos de la evolución de Paola. Hace tiempo, cuando recién nos conocíamos, teníamos muchas discusiones, ella odiaba que yo fuese "misterioso" con el tiempo se puso a leer y empezó a reconocer que en mis textos no había misterios sino bibliografía. Luego su progreso en la fotografía: de aficionada del montón pasó de la mano de Diego a producir imágenes asombrosas. Hoy sus fotos son mejores que las mías y que las de muchos otros que tenemos esta afición fotográfica, al punto que una de estas fotos (pensé que todas eran de Diego) es de ella y sólo me di cuenta porque aparece la camisa que Diego no quiso sacarse.


Pauliten llamó al teléfono cuando estábamos en plena faena culinaria y Paola puso el celular en altavoz, así que por un rato fuimos 4. Escuchamos los reclamos acerca de los derechos de autor de la receta y los grititos con los que Pauliten se defendía.


El Menú: Fetuchini con salsa de pollo, champignones y albahaca. Fanta Light, Stella Artois y Santa Julia Merlot (cada uno con lo suyo) Helado de postre y jazz de fondo.

Diego aceptó la cerveza al principio para estar bien sobrio horas después y poder manejar de regreso. Aprovechamos para conversar en el rato que Paola estaba entretenida en la cocina. No fue mucho tiempo, ella entraba y salía para hablar con gestos mezcla de barrio y ruta. Es tan lindo escucharlos, son tan distintos, cuentan sus vidas de una manera especial. Cada uno desde su visión, desde su lugar. Lo que sí tienen igual es el corazón, esa confianza depositada en el otro, una tranquilidad de decir lo que sienten, la libertad de hablar, de responder.

Los fetuccini estaban en un punto exquisito fruto de su experiencia pero debo reconocer que entre risas es muy difícil comer. Escuchar a Diego contando las gracias de Paola o a ella despotricar con gracia de las cosas más domésticas de Diego hicieron que todo pasara rápido. Llegó el heladero que además de hacer el helado y servirlo, atiende el teléfono y hace los envíos. Un italiano simpático.

La soltura de Paola para hablar de su familia, sus amigas, la templanza de Diego para hablar de sus cosas hicieron de esta cena uno de esos momentos que pasan a toda velocidad. Cuando nos dimos cuenta eran como las 2.00 de la mañana o más. Una vez que se fueron se sintió el silencio que siempre hay en mi barrio mucho más acentuado se habían apagado las risas repentinamente pero había quedado la alegría que la Pipi y Diego saben regalar cuando están entre amigos. Tanto hablé de la gracia de estos dos que ahora redundaría si lo escribo en plural.

PS: (post scriptum, Pipi) olvidé hacerles un dibujo, pero ella se ocupó de elegir un lindo Modigliani para que se los dé en otra oportunidad.