11. Alé

Ya sabía lo difícil que sería escribir sobre Alé. Tres veces empecé a escribir, cuatro veces borré todo. Así somos: meses planificando para luego deshacer los planes y dejarnos llevar.
Intentaré, a pesar de la dificultad, escribir sobre ella objetivamente, esas cosas en las que estamos de acuerdo todos los que la conocemos y queremos sin que se pase de cuchi o extenso; porque aquí se contará la historia, no de una cena sino de “la” cena que esperaba tener desde que vine a vivir a esta casita.

El amor no se explica.
Ayer, cuando volvimos de almorzar con Caro, Coca, Cristian, Bruno, Ed, Nico y Flor, pasamos a buscar esta PowerBook en la que escribo. Otra excelente oportunidad, Alé conoció a Fran y July y volvimos a casa. - ¿Qué cocinamos? - Nada. Vamos a un restaurante. Así lo hicimos. Frutos del mar para dos.

Alé, estamos todos de acuerdo, es una dulzura. Pude comprobar en Venezuela, Ecuador y Argentina que siempre es igual, las personas le sonríen. No se cómo es que ocurre, se ríen de mi y le sonríen a ella. Tiene el don de iluminar todo lo que toca, todo lugar donde está. Tiene los mismos ingredientes que las tres Yánez Valarino: Inteligencia, belleza y alegría, pero en su particularísima versión. En ella todo es sutileza, desde su voz hasta su trabajo, sus ideas, su andar.

Menú: Picada del mar (langostinos a la plancha, mejillones, rabas, brótola, croquetas de pescado, cornalitos, pulpo... etc.) Los Alamos Sauvignon Blanc 2007.

Alé es capaz de hacerte sonreír a 5000 Km de distancia con un simple mensaje de una sola letra, con el recuerdo de un color o un número basta. Es capaz de construir un mundo simbólico sólo por evitar la obviedad. Diseñando brillante, enseñando flamenco a niñas llena de orgullo a quienes la hemos visto. Madre cuidadosa, trabajadora tenaz.

Es unánime, a todos nos pasa, conocerla es quererla. Sensible hasta la médula contagia las ganas de hacer. Sólo por el hecho de proponérselo y cumplirlo es capaz de acercar los continentes, de cambiar las estaciones, de viajar miles de kilómetros siguiendo su deseo. Debo decirlo lleno de orgullo para describirla de una vez y que usted, lector, entienda de una vez de lo que ella es capaz: Hoy, 11/11 es su cumpleaños y viajó desde Caracas porque decidió pasarlo aquí, en Buenos Aires conmigo. Qué más agregar para ilustrar lo que siento, de lo que es capaz cuando se lo propone.

Esta “cena de los martes” sería diferente, distinta. Lo soñamos hace dos meses y sabíamos que nada sería igual: elegimos un restaurante dedicado a cocina de mar. Bebimos un vino blanco, cosa que jamás hacemos solos, y hablamos. Hablamos, hablamos. Hablamos de lo que nunca, de lo generamos al poder contarles a todos, de toda la gente que nos quiere y apoya. Hasta de lo mal que puede caerle a algunos vernos felices, juntos, casi sin planes y aún así seguir felices, a pesar de la distancia, a pesar de todo, juntos. Que pasan los meses y no se nos nota. En la alegría nuestra y de los que nos quieren y comparten nuestra felicidad, nuestras familias, nuestros hijos, amigos en común, mucho, mucho más de lo que puedo escribir.

Sabíamos que sería raro, nosotros los somos, lo nuestro lo es. Sería diferente, siempre nos pasa. Pero hoy (por ayer) lo raro es que podamos compartirlo con amigos y con familia que con sus sonrisas entienden esto que yo no se explicar.