20. Ana Paula


Será que la conozco hace tantos años, que la conozco. Quizá lo que más le duele a Ana es callar. A veces, por no herir no dice lo que siente y está tan en contra de su personalidad que le lastima. Llegó con sus cositas y sus bucles nuevos. Paz, su hermana, me saludó desde el auto. Aproveché los primeros instantes para ponerla al día de mis noticias, pero cuando tomó la palabra, no la soltó más. Ana es así, lo da todo, hace todo, está en todo, lo mismo cuando habla, no calla nada, te guste o no. De opinión firme, difícilmente alguien la convenza de algo o de el brazo a torcer si huele a injusticia.

Es madre de vocación. La conocí al frente de un grupo de niños a los que trataba y cuidaba con rigor de madrastra. Dos gritos y todos se ponían en fila. Una risa y todos reían y correteaban. Un grito más y todos cruzaban la calle como patitos. Maniática hasta la exasperación por la limpieza, pedirle que no lave los platos es una causa perdida. Es capaz de bañar a un puerco espín en “lisoform”. Su gata Lola lo sabe y ya está acostumbrada.

El que calla otorga.
Como buena madre que es, decidió a último momento lo que haría. Una receta de su niñez que hacía para sus hermanas. Ayer me tocó a mi el privilegio de aprenderla. Es la receta más simple y más rica que yo jamás haya visto. Dos cebollas, un poco de crema, masa de tarta y 15 minutos de horno. Eso sí, todo hecho con sabiduría milimétrica, olfato y buena vista para detectar el punto. To me encargué de la ensaladita, no más. Le compré su bebida favorita sólo para agasajarla, Gancia. Tenía limoncitos y hielo así que estaba feliz. ¿yo? vino, otra cosa no sé.

Conocí a Ana un día antes de que se pusiera de novia con Alejo, cosa que me da la ventaja de decir que los dos son amigos míos desde antes de estar juntos. Con Alejo hemos tenido muchos momentos solos compartidos, pero con Ana fue la primera vez. ¡Cuánto me alegra tener este blog! No quiso venir con su marido, quiso tener su cena exclusiva. De todos modos pienso que juntos son distintos que separados y no estaría mal que volvieran, el caso contrario de Paola y Diego que vinieron en pareja y volverás de a uno.

Menú: Tartines de cebolla y ensalada fresca. Gancia con hielo y limón y Santa Julia Merlort con notas de Dizzy Gillespie

Luego de haber pasado aquellos años de adolescentes, salidas, grupos de amigos, Ana se casó y se mudó a Uruguay, luego Inglaterra, Polonia, más tarde Miami, hasta que volvió, volvieron. Siempre ha trabajado incansablemente en cuanta cosa pudiera hacer: agencias de publicidad, productoras, agencia de promociones, restaurantes, franquicias, masajes linfáticos, peinadora, no sé, ya no se cuantas cosas... pero lo que más placer le produce es el maquillaje. Estudió en Londres para eso y es la única que puede hacer algunas cosas aquí, tv, teatro, ópera, fotografía, televisión, tv de alta definición, sociales, novias... uff. Todos diferentes, y en todos se destaca. Trabajé con Ana dos o tres veces y no quiero a otra maquilladora que no sea ella.

Ayer me decía que tiene lo que ella quiere, una familia hermosa. Yo se que es así. Ana es feliz, protestona, pero feliz. Es que necesita decir las con las que no está de acuerdo, expresarlo. Lo mismo con sus emociones, es llorona, gritona y a la vez abrazadora, besuquera, sonriente. Todo lo expresa y no entiende a quienes no le cuentan las cosas. No quiere entenderlo porque para ella está mal, así de simple.

Nos reíamos de la incomodidad de sacar fotos con el mismo teléfono con el que sabíamos la hora y escuchábamos música. Por esa razón no tengo más fotos. peens que no tenía ninguna de ella, olvidé sacarle la foto carnet de rigor. Yo estaba extasiado escuchándola, esta vez la dejé. Apenas si hablamos de mi. Pudo contarme, pude enterarme. Su familia, sus hijos, los proyectos de Alejo que por uno de esos “avatares” de la vida había ido al cine y pudo pasar a buscarla de regreso. Recordaron el dibujo de la silla y lo busqué. Se fue, con su familia, la cosa que más la hace feliz.